Resumen. Esta campanita incluye algunas reflexiones acerca del azar y la fe, incluida la definición de un experimento sencillo que busca llegar a cantarle al Señor un canto nuevo. El relato y fragmentos de sus canciones “¡Quién quita!” y “La lotería mamá” se pueden escuchar aquí: (en proceso)
Los fragmentos también se pueden escuchar al final del texto.
La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a las categorías “Cuestiones de fe” y “Campanitas vivenciales”.
En la vida cotidiana es muy común escuchar expresiones como “todo pasa por una razón”, “nada sucede por casualidad” y “no hay mal que por bien no venga”, las cuales expresan nuestros deseos inmanentes de hallarle sentido a lo que sucede. Ciertamente existe allí, en el que el “azar” tenga una buena razón de ser, una forma de sustento, pues apoyados en dicha convicción se aligeran las cargas y se forjan anhelos para seguir adelante.
Más allá de proveernos una fe rudimentaria en el día a día, estos vocablos, casi triviales, tienen sin embargo sus complicaciones. Por un lado, sabemos por experiencia que las cosas no siempre resultan como las soñamos. Y por el otro, entendemos que si algo va a llegar a ocurrir, esto no pasa necesariamente en el momento en que lo deseamos. La vida viene acompañada de sus “misterios” y sus “sorpresas” y así casi siempre navegamos al futuro sin lograr la “certeza” que quisiéramos tener.
En la ciencia moderna que me tocó “por suerte” estudiar y enseñar, aparece la noción de que a lo que nos parece complejo y carente de orden no siempre se le puede atribuir como causa el concepto básico del “azar”. Esto es, no siempre es posible aducir a lo ininteligible y errático la idea intuitiva de que ello esté intrínsecamente guiado por la noción de “jugar a los dados”. Aunque sí es cierto que existen circunstancias en las que el azar sirve de explicación, como por ejemplo con lo que ocurre a nivel cuántico en el átomo y contrario a la famosa expresión de fe de Albert Einstein “Dios no juega a los dados”, las variaciones en el clima, por ejemplo, parece que sí pueden entenderse—aunque no predecirse con exactitud—sin emplear el concepto del azar.
Más allá de las escalas minúsculas, en efecto existen sistemas llamados caóticos, ya encontrados en el blog aquí, que generan comportamientos que parecen suceder como guiados por el azar, pero ellos no ocurren así porque alguien juegue a los dados, sino más bien por razones eminentemente geométricas dictadas por sus ecuaciones constitutivas. De una manera similar, y esto cual encontrado en mis propias investigaciones, existen a su vez modelos fidedignos de datos irregulares naturales “azarosos” que no son tampoco objetos del azar, sino que más bien son “sombras” de objetos geométricos, lo cual acaso constata, de una manera inesperada, el dicho popular que afirma que “el león no es como lo pintan”.
El que algunos aspectos de la complejidad natural puedan ser entendidos sin el concepto del azar representa ciertamente uno de los adelantos más importantes de la ciencia en el último medio siglo, pero eso no significa que estemos ya cerca de poder predecir lo que sucederá. Tal y como se observa precisamente en esta temporada del año, no podemos aún vaticinar con varios días de antelación la trayectoria exacta de un feroz huracán, aunque sí sabemos, con triste seguridad, que de tocar tierra traerá consigo allí una destrucción indeseada por sus excesivos vientos y lluvias. Y es que aún si entendemos que lo que genera el evento violento es un proceso caótico que no requiere del azar, sabemos también, en virtud del llamado “efecto mariposa”, que cualquier defecto en nuestra especificación, por pequeño que sea, da lugar a una indeseada propagación de errores que, de una forma insalvable, impide pronosticar con justeza.
Así pues, la ciencia moderna ayuda mas no resuelve el problema del futuro y entonces no queda más remedio sino apelar a la fe, así para algunos el concepto sea demasiado “religioso” aunque acaso no su definición: “la fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven” (Heb 11:1). En verdad, no queda más que vivir con la debida esperanza para llegar a conocer más adelante lo que resultará, como sucede, por ejemplo, en la búsqueda de un premio anhelado basado en una apuesta vital …
… Y bueno, habiendo resumido cómo la ciencia permite discurrir un poco acerca del azar y sus consecuencias, es pertinente ahora dar un brinquito al “otro bando” y hablar un poco más sobre el misterio de la fe, pero ahora desde el punto de vista de lo que está revelado en la Santa Biblia.
Con relación a las expresiones que le dieron inicio a esta campanita, es relevante notar que la Palabra es mucho más explícita con relación a las razones que garantizan una bondad futura. Por ejemplo, tal y como lo describe San Pablo, “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio” (Rm 8:28), lo cual claramente le agrega una premisa al futuro en el amor esencial que no siempre satisfacemos, por lo menos yo.
Esto es coherente en otras exhortaciones hacia el “límite del amor”, como las bien conocidas palabras de Jesús en el Sermón en la Montaña cuando dijo: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mt 7: 7–8), las cuales, sin embargo, no vienen del todo gratis, pues allí mismo aparece la exhortación fundamental del amor en hacer a los demás lo que quisiéramos que ellos hicieran por nosotros (Mt 7:12), y luego el difícil acto de entrar por la puerta angosta (Mt 7:13), lo cual recuerda que debemos llegar a ser perfectos como Dios en el cielo es perfecto (Mt 5:48). ¡Ciertamente, todo esto no es nada trivial!
Evidentemente, no todo lo que pedimos se nos da, y esto es así por diversas razones. Por ejemplo, puede ser que Dios en su providencia sepa que lo que pedimos no nos convenga y así no nos lo otorgue. O puede ser que a lo que pedimos no le ha llegado su tiempo. O acaso, más comúnmente, también puede ser que no recibamos pues no siempre cumplimos la difícil premisa del amor límite y santo, y esto lo digo por mí.
Claro, solo Dios conoce el corazón de todos los hombres (He 1:24) y Él, en su infinita sabiduría, sabe muy bien cuándo responder, o inmediatamente, o después, o nunca, y esto es así sin contradecir un ápice su promesa en el bello relato de La Vid y los Sarmientos, ya analizado aquí: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis” (Jn 15:7), pues en el texto, y en ninguna de las citas antes mencionadas, aparece nombrada por ninguna parte la palabra “inmediatamente”.
Jesús, para darle un énfasis vital a algunos de sus milagros inmediatos, nos enseña que “según sea nuestra fe así nos sucederá” (Mc 5:34, Mt 8:13, Mt 9:29), y Él también nos exhorta a persistir en dicha fe, como en la Parábola de la Viuda y el Juez Injusto, en la que ella finalmente alcanza lo que justamente requería al insistir (Lc 18:1-5).
Ciertamente, la fe que no duda es la que mueve montañas (Mc 11:23), y así es menester en nosotros el crecer al amor esencial, perseverando pacientemente y así esperando ver los frutos prometidos, ya sea treinta por uno, o sesenta por uno o ciento por uno, tal y como Jesús lo explica en la Parábola del Sembrador (Mt 13:8) …
… Resulta que lo aquí explicado a partir de la Palabra también tiene una contraparte en la ciencia moderna pues, además de lo antes expuesto en relación al azar y al caos, existen también instancias en las que el empleo de reglas matemáticas guiadas por el azar da lugar, al final, a resultados ordenados que, inesperadamente, no reflejan el azar.
Esta aparente contradicción se observa, por ejemplo, en las rosetas mismas dentro de la campana de Gauss que acompañan estos escritos, pues, tal y como se explicará en detalle en alguna campanita futura, ellas provienen de un diálogo entre dos funciones—del plano al plano y correspondientes también a un límite especial, acaso como el amor total—que se lleva a cabo siguiendo los lanzamientos sucesivos de una moneda.
Aunque aquí tampoco puede preverse el patrón exacto que se obtendrá—pues depende de la secuencia precisa dada por la moneda que da lugar a una sucesión única de puntos—, sí es sabido que, después de un tiempo, en la medida que se acumulan más y más valores, los puntos obtenidos forman objetos bellos y armoniosos que eventualmente vienen a conformar una campana de Gauss circular, definiendo así un orden oculto en el azar.
Como lo obtenido se torna siempre bello, aunque de punto en punto no se observe un orden aparente, estas nociones límite (pero solamente en el límite) proveen una metáfora certera de la fe para nuestros tiempos de dudas, una en la cual la paciencia se torna vital para esperar a que surja la belleza anhelada, sea ella cual fuere…
… En esta campanita que sin azar considera cuestiones relacionadas con el azar, ahora deseo continuar relatando el experimento de fe específico que le dota el nombre a esta entrada del blog. Sucede que hace años, al menos veinticinco, cuando por la naturaleza de mi trabajo científico y de mis propias limitaciones ya me costaba trabajo conseguir fondos para llevar a cabo mis investigaciones y cuando ya se vislumbraba que las conexiones que observaba de la ciencia a la fe eran la esencia de mi vida, un profesor católico en la escuela de leyes de mi universidad llamado Daniel Fessler, amigo de mi compadre Akin Orhun, y consciente de mis debilidades, sintió compasión de mí y decidió ayudarme.
Primero, él me presentó a un alto ejecutivo de Pacific Bell con quien él trabajaba en una importante comisión del Estado de California y éste me ayudó con una donación de la empresa de la “campana pacífica o del pacífico”, ¡valga la coincidencia!, por medio de la cual, y de una manera providencial, conocí a mi esposa Marta, de por sí un suceso ya digno de contar y agradecer. Más adelante, hace unos veinte años, el mismo Dan me presentó a una pareja de altruistas católicos multi-millonarios involucrados en el negocio inicial de la fibra óptica—aquí no hay contradicción alguna, ni en el dinero ni en su fibra—, quienes acaso hubieran podido convertirse en mis mecenas.
Recuerdo que fui a Tucson, Arizona, a una reunión del Observatorio Vaticano allí, entidad que dicha pareja apoyaba económicamente, y, aunque por un tiempo llegué a pensar que me ayudarían, arribó a ellos un comentario “secreto” acerca de mi libro “La Higuera & La Campana” de parte de un sacerdote célebre—tanto que éste adelantó su tesis doctoral bajo la dirección del mismísimo Joseph Ratzinger, o sea aquel que llegó a ser el Papa Benedicto XVI—, que en su carácter de Editor en Jefe de una prestigiosa casa editorial Jesuita simplemente me dijo a mí, por medio de una postal por correo, que el libro no cuadraba allí. Sin nunca saber lo que este hombre pudo haber esgrimido a mis potenciales patrocinadores y amigos suyos (y es que éste optó por no pasar al teléfono cuando yo lo llamé a pedirle consejo), al final la pareja en cuestión optó por no acogerme y entonces continué siendo “huérfano”.
Fue así como surgió una oración, algo desesperada, sin duda, en la que le dije a Dios, “bueno, si todo esto es de ti y si, en particular, lo que entiendo provino de ti, incluido lo de la higuera, se Tú quien confirme y provea”. Allí, en la soledad de mi oficina al final de un fin de semana lleno de trabajo, decidí embarcarme en un experimento de fe comprando la Lotería de California para lograr los fondos requeridos, lo cual ha continuado hasta la fecha sin éxito, pero animado, en la inspiración del paso de los años, de cantarle al Señor un canto nuevo, mediante mi banda Shantí Setú/Puente de Paz, con título en sánscrito.
Cuando empecé la aventura, existía una sola lotería llamada SuperLotto que valía un dólar y que jugaba dos veces a la semana. Después de unos años, aparecieron dos posibilidades más, Powerball y MegaMillions, loterías interestatales mucho más difíciles de ganar—si es que se puede diferenciar lo que a todas luces es matemáticamente “imposible”—y que juegan dos veces a la semana costando cada una dos dólares por sorteo. Al principio le apostaba a los números que me salían en mensajes coherentes dentro de galletas de la fortuna que regalan en restaurantes chinos, pero en los últimos años he hecho el procedimiento más uniforme, y en mi corazón más coherente, pues he jugado siempre, y en las tres loterías números que corresponden a la raíz de dos, el mismo número irracional (como seguro le parezco en estos momentos a algunos de mis lectores al saber que he gastado 40 dólares al mes durante unos veinte años) que corresponde a la corta hipotenusa, que denota, como lo he explicado aquí y en muchas conferencias, a Jesús, el único camino al Padre.
Si algún día usted escucha que las canciones en estas campanitas ya no suenan cantadas por mí a capela sino que empiezan a fluir muy bien hechas—¡como Dios manda!, con la participación de cantantes que de veras sepan de su arte y con una gran banda que tenga a Shanti Setú por grito de batalla—usted podrá concluir que Dios quiso, no por azar, que saliera la raíz de dos en algún tique—con los cinco números de la parte superior del boleto pasando por un dibujo mío del símbolo del radical y escogiendo el número 2 en la parte inferior del boleto. ¡Vaya locura cuando llegue el día y todo ocurra! ¿Se imaginan? Ciertamente será algo especial y digno de una vital alegría y entonces repartiré proclamando que algunos “imposibles”, como un Tour de Francia ya logrado y hasta la mismísima paz, pueden llegar a ser posibles.
Ya terminando este escrito “al desnudo”, deseo aclarar que comprendo muy bien que no sé si ese día, un día especial para mí, llegará. Aunque algunos científicos amigos, que saben de Bernoulli y Pascal como yo, me dicen con “certeza” y algo de “burla” que lo que anhelo no sucederá, de mi parte seguiré con mi experimento de fe, y sobre todo intentando la santidad del límite del amor que entiendo es lo más importante, así no siempre lo logre. ¿Cómo no seguir si el juego ya me ha ayudado a reconocer mi pecado y a crecer espiritualmente? ¿Cómo no continuar si el sueño establecido en mi plegaria inicial ha estado acompañado por señales y coincidencias que hacen que sueñe hasta con la razón?
De mi parte aquí proclamo, con humilde valentía, que continuaré con fe “corriendo hacia la meta” (Fil 3:14), anhelando mi premio para animar al amor sabiendo que “el Señor lo acabará todo por mí” (Sal 138:8). Y esto, claro está, sin olvidar quien es el verdadero Premio mayor.
A continuación, vienen, no una, sino dos canciones que han acompañado mi largo experimento de fe, uno que, Dios mediante, permitirá enseñar más abundantemente de la ciencia a la fe, y acompañado por el ritmo de Shanti Setú/Puente de Paz. La primera creación refleja algunos eventos bellos ya sucedidos que le han dado soporte al sueño y que repiten que si Dios lo quiere así ha de ser, no solamente para mí, sino para cualquier otro fiel soñador. Y la segunda, dedicada a mi santo patrón San Judas Tadeo, el de las causas imposibles, expresa, con no poca alegría, cómo contaría aquí cerquita la historia “improbable”—que como lo saben mis amigos científicos no es lo mismo que imposible.
Si este sueño llega a ser, reconozco que sucederá de una manera inmerecida: será todo por un poco de fe y muy a pesar de mi pecado. Si esto aquí llega a sonar, ya habré alabado un poco más y repartido con creces.
¡QUIÉN QUITA!
Inspirado por un Santo
yo sigo soñado…
Yo no sé si llega el día o no
y si es mi suerte vivirlo, (2)
las señales se repiten
cual augurio renovao,
el capullo llegó a rosa
ya creciendo enamorao,
y la ilusión se mantiene
con misterios orquestados.
Yo no sé si llega mira o no
y el cielo dota su ritmo, (2)
las lecciones ay suceden
cual sorpresa por puñao,
a tiempo brotaron libros
en versiones por dos laos,
y el sueño se acrecienta
con ardores confirmados.
Yo no sé si llega fino o no
y se consume el designio, (2)
campanitas se entrelazan
con refuerzos ay grabaos,
el mensaje se oye claro
en periplo programao,
y el deseo se alimenta
con azares ordenados.
Viene Shanti Setú.
¡Shanti Setú, soy yo!
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Seguro mira sí ay
no es rifa,
y si lo quiere Dios
se puede.
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
A la victoria Él ay
siempre invita,
y si lo surte ay sí
se puede.
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Todo lo puede Él ay
mira mijita,
no por azar ay Dios
se puede.
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Y si lo quiere Él ay
quién lo quita,
raíz de dos oh oh
se puede.
Puente de paz…
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Y si lo quiere Él ay
sana herida,
y un calorcito de más
se puede.
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Oh misterio de Dios ay
sin espina,
en equilibrio mi amor
se puede.
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Y si lo dona mi bien ay,
enseguida,
se escucha esta canción
se puede.
Puede ser, acaso ser,
quien quita,
puede ser, de golpe ser,
se puede.
Oh confluencia del son ay,
provee la vida,
Shanti Setú ay sí sí
se puede.
Puente de paz…
(agosto 2006/agosto 2019)
Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente
Un fragmento de la canción a capela se puede escuchar aquí…
LA LOTERÍA MAMÁ
A San Judas Tadeo, mi Santo Patrón.
Inspirado por Adalberto Álvarez y su Son…
Mami,
acabo de enterarme,
tengo una primicia,
creo que va a gustarte.
Mami,
es por Dios dotada,
no tiene malicia,
echa una mirada.
¿Qué es?
¡Ya llegó la lotería, mamá!
¡La raíz de dos!
Insistiendo llegó la fantasía
ya llegó la lotería, mamá,
yo creía que ella llegaría
ya llegó la lotería, mamá,
llegó su poesía, ay qué día
ya llegó la lotería, mamá,
ay te digo, sí que se podía
ya llegó la lotería, mamá,
rezando y rezando Él dijo ría
ya llegó la lotería, mamá,
raíz de dos ay crece fantasía
ya llegó la lotería, mamá.
¡Increíble, que alegría!
El cielo provee, santo misterio,
los numeritos salieron, mamá,
y no por azar ellos surgieron
los numeritos salieron, mamá,
manaron de cruz y su silueta
los numeritos salieron, mamá,
por razón de fe ay no tenían vuelta
los numeritos salieron, mamá,
ay campanitas para la gran fiesta
los numeritos salieron, mamá,
oh baile te digo vibrante la gesta
los numeritos salieron, mamá.
Ya llegó la lotería, mamá,
los numeritos salieron, mamá. (2)
Shanti Setú…
Los numeritos salieron, mamá,
ya llegó la lotería, mamá. (2)
Puente de paz…
Si lo puedo yo, lo puede cualquiera
sueña limpio y ganarás también,
ay oye mi amigo, persiste de veras
sueña limpio y ganarás también,
ay viene del cielo toda añadidura
sueña limpio y ganarás también,
no tengas, no, ninguna duda
sueña limpio y ganarás también,
hazlo limpio, te digo, y lo vas a ver,
sueña limpio y ganarás también,
ay, por mitad el justo obsequia bien
sueña limpio y ganarás también.
Ya llegó la lotería, mamá,
los numeritos salieron, mamá. (2)
Shanti Setú…
Los numeritos salieron, mamá,
ya llegó la lotería, mamá. (2)
Puente de paz…
¡Bueno, ahora a repartir!
Mi número es el ocho,
y también el nueve, je je je,
y siempre, claro, la raíz de dos…
(agosto 2000/agosto 2011/agosto 2019)
Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente
Un fragmento de la canción a capela se puede escuchar aquí…