La sorpresa exponencial

Resumen. Esta campanita, relacionada con el gozoso día de Pentecostés, explica cómo el famoso pasaje de la Vid y los sarmientos (Jn 15:1—10) da lugar a una representación exponencial del Espíritu Santo que pone de manifiesto la oración Trinitaria pronunciada por el sacerdote una vez ha sucedido el milagro de la transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo: la Doxología Eucarística. El relato se puede escuchar aquí, incluyendo, al final, la canción “La sorpresa anunciada” que esboza la venida del Espíritu de Dios: (en proceso)

La canción también se puede escuchar y visualizar en un video al final del texto.

La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a las categorías “El Espíritu Santo” y “La Santísima Trinidad”.


Tal y como lo relatan las Sagradas Escrituras, Jesús estuvo en compañía de los apóstoles por cuarenta días a partir de su resurrección (Hch 1:3), cuando, camino de Betania, ellos lo vieron ascender milagrosamente al cielo (Lc 24:50–53, Hch 1:9–11). Una vez sucedió el evento prescrito (Jn 1:51), los discípulos regresaron a Jerusalén acatando la orden del victorioso Mesías y permanecieron allí esperando la Promesa del Padre de ser bautizados con el Espíritu Santo (Hch 1:4–5). Conformando un grupo de unas ciento veinte personas, incluida María, madre de Jesús y Madre Nuestra, ellos perseveraron desde entonces en la oración hasta el día anhelado (Hch 1:12–15), y éste llegó cincuenta días después de la Pascua, celebrándose así (del día 41 al día 49) una novena de oración que precedió el comienzo de la Iglesia en la mañana de Pentecostés (Hch 2:1,41).

Como es bien sabido, el Espíritu Santo se manifestó de una manera particularmente poderosa, y ciertamente con la vitalidad que modernamente podría denominarse como una sorpresa exponencial. Como nos lo explican los Hechos de los Apóstoles, llegó del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento que llenó toda la casa, y se les aparecieron a ellos unas lenguas como de fuego que se posaron en cada uno, para quedar así ellos llenos de Espíritu Santo y proceder a alabar a Dios en diversas lenguas (Hch 2:2–4). Este evento magnífico causó admiración y también burla de parte de los que residían en Jerusalén, pues mientras algunos se asombraron al oír las maravillas de Dios en sus propios idiomas, otros pensaron que los discípulos estaban borrachos cuando apenas era la hora tercia, o las 9 de la mañana (Hch 2:5–13).

¡Vaya manera insólita de llegar el poder de Dios! ¡Vaya bautismo con fuego! ¡Vaya vital entendimiento el contar la grandeza de Dios en lenguas extrañas! Y luego, el apóstol Pedro tomó la palabra para explicarle a la gente, detalladamente, lo que estaba sucediendo en nombre del Padre y del Hijo y se convirtieron allí, en ese día magnífico, como tres mil personas (Hch 2:14–41). ¡Vaya crecimiento realmente exponencial, y todo esto sin megáfono! Sin duda, el Dios trino es sorprendente y lo puede todo …

… El resto de esta campanita intenta mostrar, con toda humildad y sabiendo que es precisamente Él—el Espíritu Santo—quien enseña, guía y reparte como lo desea (Jn 14:26, Jn 16:13, 1 Co 12:11), cómo lo exponencial es, en efecto, inherente al Espíritu de Dios.

Ciertamente, lo expuesto aquí, hallado meditando en el famoso pasaje de La Vid y los sarmientos en el capítulo 15 del Evangelio según San Juan, llegó a mí de una manera sorpresiva y corresponde a una representación simbólica-matemática del texto, tal y como intenté explicárselo al Papa Francisco en una cuarta carta a él en el año 2014.

Pero antes de llegar a la representación, he aquí las bellas y explícitas explicaciónes de Jesús a sus discípulos en el famoso pasaje bíblico (Jn 15:1—10), ilustradas a todo color por temas:

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.  La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

La “traducción” inesperada que se posó un buen día, la cual posee también connotaciones geométricas tal y como se las envié al Papa Francisco, es, paso a paso, como sigue,

I. Jesús es la vid, la esencia, claro, y si le pudiésemos asignar un número, éste tendría que ser el 1. Él es el único hijo divino de Dios (Jn 1:18), el único que no pecó (1 P 2:22), el Cordero de Dios por medio del cual se expían nuestros pecados (Jn 1:29, 1 P 2:24), y ciertamente el número 1 de quien lo sigue, pues ni nuestros padres o hijos pueden ser más importantes que Él (Mt 10:37).

II. Como se expresa en diversas citas (Mt 16:24, Mc 8:34, Lc 9:23), Él nos llama a que nos abandonemos, a que seamos buenos sarmientos, a que lo sigamos tomando su cruz de verdad en vez de mentiras negativas, y entonces dichas ramas corresponden a la geométrica y matemática expresión,

1/x,

en donde al crecer nuestra cruz positiva, x, logramos irnos hacia el cero que eventualmente expresa, al bajarnos, el halo de la santa perfección, a la que estamos llamados (Mt 5:48).

III. Pero claro, de acuerdo a lo relatado a color arriba, esto no es del todo correcto. La clave está en permanecer en Él y Él en nosotros y entonces esto da lugar a la ecuación,

1 + 1/x,

que expresa en el signo más—o en otra cruz misma—la necesidad de nuestra estrecha relación con Él, pues el pasaje afirma categóricamente que no podemos hacer nada por nosotros mismos sino “injertados” en Él, en la vid.

IV. Pero aquí tampoco acaba el asunto, pues si permanecemos en Él cumpliendo sus mandatos, entonces Dios Padre regocijándose en nuestro fruto nos da lo que le pedimos, es decir, nos da poder—de amar, claro está—, y esa potencia, expresada por un exponente, es precisamente la misma cruz unitiva de Cristo (Flp 4:13), dando así lugar a la expresión vital,

(1 + 1/x)x.

V. Ahora, cuando dicha cruz, x, crece al infinito, esta ecuación, además de proporcionarnos nuestra santidad en el segundo término en la limpieza de la poda hecha por Dios, también define, acaso con sorpresa para los no versados en las matemáticas, el famoso número exponencial e ≈ 2.7182, el cual en el espíritu del relato adquiere una connotación bondadosa. Tal y como puede inferirse al rastrear la letra minúscula e, del también llamado número de Euler, ésta rota hacia afuera haciendo la figura de un espiral, lo cual también se observa dibujando la función exponencial positiva en coordenadas polares, r = eθ, que los versados en las matemáticas conocen. Así, puede observarse que la e viaja desde el centro hacia el otro y sin egoísmo alguno—como lo hace a su vez el número 9 de la novena primaria previa a Pentecostés—y como tal movimiento sucede además de una forma no natural de menos a más (como un mal diabólico huracán al revés), dicha e termina reflejando el amor y, por ende, de una forma geométrica, el movimiento siempre expansivo del Espíritu Santo.

VI. Esta conexión sorpresiva y asombrosa es además cierta de una manera aún más formal, pues la función exponencial en coordenadas cartesianas, y = ex, y solo ésa, satisface la definición concreta del amor en el llamado de Cristo que amemos a todos, sin diferencia (Jn 13:34–35), es decirla esencia del cálculo (de nuevo, los versados comprenden mejor), integración sin diferenciación, satisfaciendo así el llamado, siendo solidarios con todos sin dejar nadie afuera. ¡Vaya sorpresa en la notación que permite conocer el mejor regalo para construir la ansiada unidad en el amor! Pues esto es así, valga la repetición, porque solo la función exponencial positiva (con derivada interna igual a 1, ¡vaya la sutileza adicional para los versados!) tiene la propiedad que al integrarla y diferenciarla da lugar a ella misma y, por lo tanto, solo allí en y = ex está fijo el amor.

VII. Como se observa entonces y para resumir, el poder verdadero solo podemos lograrlo en la santidad acompañada por el Espíritu Santo, y, en efecto, nunca por nosotros mismos, ni siquiera integrando nuestra pequeñez 1/x, lo cual denota al logaritmo natural. Ésta resulta ser la función inversa a la exponencial, que, como se explicará en una campanita futura, corresponde a la viga negativa e hipócrita (Mt 7:5) del número 6 que no provee fruto alguno sino conflictos, desigualdades y violencia, los cuales están ligados con el infierno de ramas secas quemadas al fuego.

VIII. Es bello observar en la sencilla y simbólica ecuación que resume el pasaje,

(1 + 1/x)x,

la presencia de tres cruces, y observar allí, de una forma particularmente profunda, las tres veces que Jesús le preguntó a Pedro, después que él lo negara tres veces, si lo amaba (Jn 21:15–17). Es bello en verdad, pues se puede notar que dicha expresión también aplica a todos nosotros como resumen del orden prescrito por Jesús, con Él siendo la Vid y nosotros, ojalá, los fieles sarmientos podados por el Viñador.

IX. Pero hay aún una sorpresa adicional que completa esta novena. La expresión simbólica también puede emplearse de una forma espléndida para reafirmar la hermosa oración cotidiana Trinitaria en la Santa Misa, aquella que aparece en la liturgia una vez el pan y el vino han sido transformados, precisamente por el Espíritu Santo, en el cuerpo y la sangre de Cristo:

Por Cristo, 1/x, con Él, 1 + 1/x, y en Él, (1 + 1/x)x, a ti Dios Padre omnipotente, es decir, cuando 𝑥 tiende a infinito, ∞, en la unidad del Espíritu Santo, es decir, el número e hallado en el límite que permite la integración sin diferenciación de la unidad del amor en la función exponencial, ex, y desde allí ya de una manera coherente: todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos, o sea el infinito, ∞, que concuerda, al rotar, con que la Nueva Alianza en Jesús sea la octava en la lista que Dios ha hecho con el hombre, AMEN, oh Gran Doxología repetida a diario para afirmar una gran sorpresa exponencial que es un regalo real…

… Contrario a lo sucedido con otro envío, en esta ocasión no supe si mi escrito fue leído por el Papa Francisco o no. Ciertamente, aunque lo expresado aquí se basa en una apologética inusual, pienso que el material puede ser útil para visualizar la Gran Doxología Eucarística, para expresar la imperiosa necesidad de nuestro arrepentimiento como preámbulo del misericordioso perdón de nuestros pecados (Lc 21:47) y también para reiterar la primacía única de Jesús que nos permite lograr la ansiada vida eterna (Jn 14:6).

Que el Espíritu Santo y sus sorpresas nos acompañen hoy y siempre y que su guía permanezca en nosotros para que, siguiendo la sana doctrina—una que el Espíritu de Dios no puede cambiar pues por definición Él no puede contradecirse—, sepamos adentrarnos en la verdad y prepararnos para el retorno del Señor.

Para alabar cual los discípulos, ahora sigue un cha cha chá La sorpresa anunciada, el cual llegó de regalo, y seguro no por azar, en un día sorpresivo y exponencial de Pentecostés. Ojalá les guste a muchos y se repita su coro: ¡Oh santa sorpresa, dulce compañía!

LA SORPRESA ANUNCIADA

Se celebró un 9
¿cómo explicarlo?
y el tiempo de la e
simplemente vino…

Vaya, la sorpresa anunciada
como por la Orquesta Aragón…

Llegó trenzando
santa armonía,
su fuego daba
clara alegría.

Llegó cuidando
como un vigía,
su luz sembraba
bella poesía.

Llegó talando
la hipocresía,
su amor dotaba
fiel compañía.

Llegó brindando
la fina guía,
su ardor sanaba
la rebeldía.

Oh santa sorpresa
dulce compañía. (6)

Llegó colmando
de valentía,
su fe llenaba
de gozo el día.

Llegó animando
toda utopía,
su voz calaba
cual sinfonía.

Llegó aclarando
rancia porfía,
su ser bordaba
de fantasía.

Llegó anidando
plena cuantía,
su paz moraba
y el mal moría.

Oh santa sorpresa
dulce compañía. (9)

(junio 2001)

La canción a capela se puede escuchar aquí…

Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente

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