Resumen. Esta campanita presenta algunas reflexiones acerca de la venida del Espíritu Santo. Su canción “Recuerdo tierno” se puede escuchar aquí:
La canción también se puede escuchar y visualizar en un archivo de YouTube al final del texto.
La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a las categorías “El Espíritu Santo” y “Campanitas vivenciales”.
Tal y como lo relatan las Sagradas Escrituras y como fue resumido en la campanita anterior, Jesús ascendió al cielo cuarenta días después de su resurrección (Hch 1:3) y los discípulos oraron desde entonces, incluida María Santísima (Hch 1:12—14), hasta que vino del cielo el Espíritu Santo con sus lenguas de fuego diez días después, es decir en Pentecostés, 40 + 10, (Hch 2:1—4). Fue así como los seguidores del Señor celebraron una novena de oración, del día 40 al 49 después de la Pascua, o acaso rezaron diez días continuos, lo cual, al final, es simbólicamente lo mismo, pues 10 = 9.999….
Cual expresado ya en otras campanitas, unas que acaso vale la pena releer o considerar si no lo han hecho aún, la presencia del número nueve no es enteramente arbitraria. Después de todo, Jesús murió por nosotros, extendiendo sus brazos en la cruz, X = Y, precisamente a la hora nona (las tres de la tarde) (Mc 15:33) y el espiral positivo del nueve, en coordenadas polares, bien expresa el mismo flujo del amor que el Espíritu Santo tiene, el cual, al salir de sí, da lugar al número exponencial e, deducido a partir del famoso discurso de Jesús acerca de la Vid y los sarmientos (Jn 15:1—10).
Ciertamente, el “calcular” bien el amor, válido en el integrar sin diferencias de la función exponencial—es decir, sumando con todos y sin dejar nadie afuera (Jn 13:34), está reflejado en el mismo llamado que Jesús nos hace hacia la santidad del Padre (Mt 5:48), la única condición que dota la unidad con Él (y en nosotros mismos) por medio del Espíritu de amor, el 9, en la bella y profunda ecuación:
Efectivamente, el nueve, con la misma dirección hacia afuera que e, se contrapone al seis diabólico, negativo y egoísta, y cuando Jesús nos dice que nos abandonemos y tomemos su cruz (Mt 16:24), no solo se refiere a los sufrimientos prescritos al seguirlo u otras vicisitudes de la vida, sino también a que a lo largo de nuestra existencia debemos escoger bien: evitando el menos en favor del más, para seguirlo en amor y en verdad …
… En efecto, todo esto aplica a todos los días y, así, Pentecostés siempre es. Y el fuego amoroso del Espíritu, cual una exótica flor sorpresiva y a la vez consistente, siempre consistente, se refleja en las experiencias místicas cotidianas y ejemplares del agua viva de los Santos (Jn 7:38), lo cual también se observa en otras coincidencias nonas vitales para el día a día.
Por ejemplo, y muy seguramente no por azar, las bienaventuranzas que definen bendiciones divinas a nosotros dependiendo de nuestras buenas acciones, a: los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, y los que sean injuriados y perseguidos por causa de Jesús (Mt 5: 3—12), son precisamente nueve y el fruto mismo del Espíritu Santo (en singular) es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí (Ga 5:22—23), nuevamente el mismo número de componentes, o sea nueve.
Todo esto es curioso y ciertamente bello cual un reinado de nueves anterior, como lo es el que los apóstoles Pedro y Juan, llenos del Espíritu Santo, hayan hecho el primer milagro de la naciente Iglesia—la sanación de un tullido que sin duda me simboliza—a la misma hora nona del amor:
“En cierta ocasión, Pedro y Juan subieron al Templo para la oración de la hora de nona. Había allí un hombre tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. El tullido, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna. Pedro, fijando en él la mirada juntamente con Juan, le dijo: ‘Míranos’. Él se quedó mirándolos fijamente, esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: ‘No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: En nombre de Jesucristo, el Nazoreo, echa a andar’. Y tomándole de la mano derecha, lo levantó. Al instante sus pies y tobillos cobraron fuerza, y de un salto se enderezó y se puso a andar. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. Toda la gente que vio cómo andaba empezó a alabar a Dios; y, al darse cuenta que era el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta Hermosa del Templo, se quedaron estupefactos y asombrados por lo que le había sucedido” (Hch 3:1—10).
Así pues, para festejar, ojalá con el mismo asombro de antaño, la gran efeméride de la venida del Espíritu Santo, hoy y siempre, los invito a fijar su mirada y atención en la canción a continuación llamada “Recuerdo tierno”, una relacionada con experiencias improbables y dos composiciones mías acerca de capullos y rosas, la cual ha dotado compañía a mi familia pues desde que se posó ha sido usada para concluir nuestros Rosarios. Ésta está inspirada por un bello bolero de mi niñez cantado por Miltinho, en el que un enamorado le pedía al rocío que cayera despacito para que no despertara a su amada. Ésta, a su vez y como lo verán, representa una plegaria de amor al Espíritu de Dios para que no se escape y permanezca en nosotros.
Y más allá de mi propia inspiración ya bellamente orquestada por Lázaro Alemán López y cantada por Leonel Mederos Bravo con Aarón Pérez Pupo al piano y luego de diez y siete años de vida, al final de esta campanita también los convido a alabar a Dios escuchando, con el debido permiso del artista, una significativa canción para la ocasión, de veras cotidiana, llamada “La llama de amor viva”. Ésta, hecha profesionalmente y siempre dotándole esperanza a Shanti Setú/Puente de Paz, es una obra que siempre me produce escalofrío cuando la oigo, especialmente cuando me uno a su son sumando mi bongó. Ella es una inspirada versión musical del comienzo de la famosa poesía del místico San Juan de la Cruz, arreglada e interpretada al piano por mi amigo José María Vitier y cantada por Cecilia Todd.
¡Feliz día de Pentecostés! ¡Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la tierra!
RECUERDO TIERNO
Se posó tu llama oh Señor
como un recuerdo tierno,
se posó tu verso oh Señor
y un capullo se va abriendo.
Ay, anida siempre suavecito
para que el goce sea eterno,
ay, anida presto, cual besito,
que sin tu luz, ay yo me pierdo.
Ten llama, no te vayas
ay pódame, ay Dios,
ven canta tu tonada,
no te escapes, oh mi amor,
llena todo con tu fe anhelada.
Ay llama guía todo,
todo mi amor,
se tú mi buen mañana,
no te vayas, quédate,
oh sustento de mi vida sana,
¡oh sustento de mi vida clara!
(abril 2005)
Mi canción se puede escuchar y visualizar aquí, contando con el arte de Fernando Duarte…
Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente
Y “La llama de amor viva” de San Juan de la Cruz y José María Vitier del álbum “Canciones del buen amor” está aquí…
Gracias por escribir acerca de mi Santísimo Jesús. Un saludo.
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Gracias a ti Ingrid por escribirme… Feliz Pentecostés…
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