Resumen. Esta campanita presenta algunas reflexiones acerca de la muerte y resurrección de Jesús y recalca Su amor y sus llamados a nuestra conversión. El relato se puede escuchar aquí, incluyendo la canción unitiva “Reinado de nueves”: (en proceso)
La canción también se puede escuchar y visualizar en un video al final del texto.
La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a las categorías “Jesús y la resurrección” y “Campanitas numéricas”.
¡Jesús ha resucitado y vive! ¡Aleluya! ¡Oh evento extraordinario digno de toda alabanza! ¡Jesús ha muerto por amor y ha vuelto por amor!
La muerte, a pesar de todo su esfuerzo diabólico, no podía retenerlo. Es verdad y así ha sido (Hch 2:14—36), Jesús es quien dijo ser y cumplió con lo que le fue encomendado (Mt 17:22—23).
De acuerdo a los Evangelios Sinópticos, San Mateo, San Marcos y San Lucas, cuando Jesús fue crucificado hubo oscuridad en toda la tierra desde las doce del mediodía hasta las tres de la tarde, hora en la que Él murió (Mt 27:45, Mc 15:33, Lc 23:44). En esos tiempos, sin embargo, las horas no se medían como ahora, sino a partir de la salida del sol y entonces el relato según San Marcos reza:
“Llegada la hora sexta, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: ‘Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?’, que quiere decir: ‘¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?’ Al oír esto algunos de los presentes, decían: ‘Mirad, llama a Elías.’ Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofreció de beber, diciendo: ‘Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarlo.’ Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró” (Mc 15:33—37).
Tal y como se explicó en una campanita anterior, los números 6 y 9 corresponden de una manera, tanto geométrica como matemática, a espirales que solo difieren en su movimiento. De un lado está el espiral negativo, el 6, escrito en coordenadas polares,
y que rota hacia adentro, y del otro lado está el espiral positivo, el 9,
que fluye hacia afuera, en donde es la distancia medida desde el origen,
es un ángulo calculado a partir del eje de las x (y en contra de las manecillas del reloj, por convención) y
es el número exponencial (
), también encontrado antes con relación al Espíritu Santo.
Mientras que el espiral negativo ocurre en la naturaleza, por ejemplo en la cascada de remolinos de la turbulencia y visiblemente en el de un destructivo ciclón generado por un flujo que ocurre de mayor a menor presión, de + a – (de más a menos), el positivo no sucede naturalmente pues, al “viajar” matemáticamente de – a + (de menos a más), es contrario a las leyes de la física.
Mientras que el espiral del 6, por su movimiento hacia su centro, bien denota nuestras posturas y acciones egoístas, el espiral del 9, al salir de sí, simboliza la opción consciente del verdadero amor, siempre entregado al otro.
Mientras que el espiral negativo es vengativo y mantiene una fijación con el pasado—por su movimiento contrario a las manecillas del reloj—, el positivo no guarda la ofensa sino que perdona viajando seguro hacia el futuro, acorde con las manecillas del reloj.
En este contexto de formas y movimientos, no es por casualidad que la oscuridad citada durante la crucifixión del Señor haya sucedido precisamente de la hora sexta a la hora nona y que Él haya muerto en la positiva cruz precisamente a la hora 9 del amor. Pues la cruz es positiva, claro, y la palabra muerte, a pesar de su dolor, tiene, al final, el mismo color del amor, al haber sucedido por nosotros.
Y es que los símbolos son potentes y durante dicho intervalo, del 6 al 9,—y en cualquier tiempo—nos acompañan las penumbras del pecado, y dicho movimiento guiado por el 6 solo se invierte en 9 cuando acogemos la cruz de la verdad, el +, para seguir plenamente al lucero pleno (Mk 8:34), ¡valga la plenitud!, pues Jesús es la luz misma (Jn 8:12).
Basado en las mismas geometrías en el relato de San Marcos, tampoco parece ser por azar que el número asignado al nombre del hombre que será el anticristo sea precisamente 666 (Ap 13:18) y que al maligno mismo, al diablo, al ser un homicida y mentiroso desde el principio y no contener verdad alguna en él (Jn 8:44), se le pueda asignar una fracción incompleta que refleja su intrínseca maldad y su derrota:
2/3 = 0.666…
Y es que la práctica del amor que Jesús siempre ejerció (2 Co 5:21), es decir el de un 9 repetido una y otra vez y siempre positivo, donado gratuitamente a nosotros y por nosotros hasta su muerte en la cruz—¡oh geometría congruente la del sacrificio inefable!—, le permite a Él satisfacer una ecuación infinita muchísimo mejor:
1 = 0.999…
Pues esta expresión, acaso extraña si no se la ha meditado antes, relaciona bellamente la práctica cotidiana del amor con la unidad y bien expresa que solo Jesús—al satisfacer de una forma geométrica su crucifixión en X = Y (la cruz y Su silueta) y cargando por corona de espinas aquellas producidas por nuestro pecado—puede repararlo todo con su amor real e infinito.
Esta bella fórmula, que nos invita a nosotros mismos a la unidad adoptando con libertad el amor, se puede demostrar fácilmente. Si x = 0.999…, entonces 10x = 9.999… y así, restando la primera de la segunda ecuación resulta 9x = 9, lo cual implica x = 1 y entonces 0.999… = 1. ¡Todo esto funciona por los puntos suspensivos, es decir por el infinito!, y esto mismo regala Jesús—vida eterna—si creemos que Él es quien es (Jn 3:36) …
… Tal y como lo relata el Evangelio según San Lucas, Jesús resucitó y después de dicho evento extraordinario le explicó a sus discípulos:
“ ‘Lo ocurrido confirma las palabras que os dije cuando todavía estaba con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.’ Entonces, abrió sus mentes para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: ‘Está escrito que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas’ ” (Lc 24: 44—48).
Jesús regresa de la muerte—con rojo ahora—, del infierno mismo, para que quede claro que ha derrotado el mal y para así completar, con todo amor por nosotros, su obra redentora. Él regresa, a su vez, para enviar a los discípulos, también por amor, a todas las naciones de modo que enseñen a la gente a guardar todo lo que Él ha enseñado (Mt 28:19—20), es decir la primacía de su amor y solo de Su amor (Jn 15:1-10).
La invitación amorosa y crucificada a la que Jesús nos llama no es otra sino a la de Su propia santidad y la de Dios Padre (Mt 5:48):
Y es que la santa potencia del cero (un “espiral” circular con ecuación r = 1 en coordenadas polares) se aprecia de una manera vívida y coherente en la conversión ejemplar del mismísimo Pedro—escogido por Jesús como roca de la Iglesia (Mt 16:18)—, quien, después de la resurrección, responde afirmativamente tres veces a la esencial pregunta del Salvador: “¿me amas?” (Jn 21:15—17), una pregunta que fue pronunciada no solamente para el discípulo sino también para cada uno de nosotros. Y es que es bien sabido que Pedro, hoy santo, negó a Nuestro Señor tres veces antes que el gallo cantara dos veces (Mc 14:66—72), definiendo un claro dos tercios, y esa negación también la hemos hecho muchas veces, y de mi parte confieso que me he dejado seducir por el 6 abundantemente.
¡Cuán bello es observar en la conversión vital de 2/3 = 0.666… (con veraz aritmética en el canto del ave) a 3/3 = 1 = 0.999… (en darle el sí definitivo al amor), la transición requerida de lo incompleto, mentiroso y quebrado a lo amoroso, verdadero y completo! ¡Cuán maravilloso es notar que los símbolos son universales y que Jesús nos llama a que salgamos de lo oscuro, de lo que produce muerte, del negativo 6, hacia el reino real y libre del amor, a su reinado de nueves! ¡Cuán relevante es entender que debemos estar pendientes de responder al mal con el bien (Rm 12:21) y que esto solo sucede viajando recto por la hipotenusa, o sea por la raíz de dos, que también es Jesús!
¿Cómo no comprender que podemos experimentar, hoy por hoy, su resurrección en la misma conversión hacia la luz que cambió a San Pedro—es decir, desde la muerte producida por el pecado hacia la vida—, sabiendo, además, que Jesús promete estar con nosotros día tras día hasta el fin del mundo (Mt 28:20)? ¿Cómo no repetir gozosos muchísimos aleluyas sin dejar de proclamar las Buenas Nuevas a toda la creación, como Él nos lo pide (Mc 16:15)? ¿Cómo no desear que el bautismo de Jesús sea impartido para la conversión y salvación de todos (Mc 16:16)?
Para terminar, he aquí una canción que expresa la bella convergencia a la unidad que intrínsecamente todos anhelamos, una tonada que invita, claro debe estar, al amor insuperable del Justo quien vive.
¡Bendito sea Jesús resucitado! ¡Feliz Pascua de Resurrección para todos! ¡Aleluya, Aleluya! ¡María está feliz! ¡Aleluya, Aleluya!
REINADO DE NUEVES
La unidad contiene infinitos nueves…
Reinado de nueves
deseando llegar,
con plenos amores
y bella unidad.
Reinado de nueves
deseando llegar,
llenando el espacio
con su libertad.
Oh convergencia
en amores queridos,
oh suprema coincidencia
en símbolos divinos.
Oh convergencia
que sana toda herida,
oh suprema coincidencia
que engalana la vida.
Reinado de nueves
deseando llegar,
con plenos amores
y bella unidad.
Reinado de nueves
deseando llegar,
llenando el espacio
con su libertad.
Oh convergencia
en la estrella y la rosa,
oh suprema coincidencia
en espiral generosa.
Oh convergencia
que crece santa fe,
oh suprema coincidencia
que suple toda sed.
Reinado de nueves
deseando llegar,
con plenos amores
y bella unidad.
Reinado de nueves
deseando llegar,
llenando el espacio
con su libertad.
Puente de paz, para la Pascua…
El día se vino
con su gran poder.
Llegaron los nueves
pa’ poder crecer.
El cielo derrama
su santa verdad.
Llegaron los nueves
pa’ poder cantar.
Ay sana tu herida
amando muy fiel.
Llegaron los nueves
pa’ poder crecer.
Que el reino te invita
a su libertad, a amar.
Llegaron los nueves
pa’ poder cantar.
Ay óyeme amigo
es tiempo del bien.
Llegaron los nueves
pa’ poder crecer.
Ay ama de lleno
forja la unidad.
Llegaron los nueves
pa’ poder cantar.
Reinado de nueves
deseando llegar,
con plenos amores
y bella unidad.
Reinado de nueves
deseando llegar,
llenando el espacio
con su libertad.
Shanti Setú…
Pa’ que la mente capte
amar, amar, amar,
pa’ que la boca cante
amar, amar, amar,
pa’ que el corazón arda
amar, amar, amar,
pa’ hacer lo que Dios manda
amar, amar, amar,
pa’ ser ya positivo, la cruz
amar, amar, amar,
pa’ andar por el camino
amar, amar, amar,
pa’ ver como es la cosa
amar, amar, amar,
para llegar a rosa,
amar, amar, amar.
La unidad contiene infinitos nueves, infinitos amores…
(octubre 1999/marzo 2003/abril 2019)
Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente
La canción a capela se puede escuchar aquí…