¡Ay qué lío!

Resumen. Esta campanita relata un viaje de antaño por las carreteras de Los Andes que pudo haber sido un lío peor de lo que fue e incluye tres canciones “Locura postmoderna”, “El falseao” y “La patraña que engaña” que expresan líos reales que desgraciadamente nos rodean en estos tiempos modernos. El texto y sus canciones se pueden escuchar aquí: (en proceso)

Las canciones también se pueden escuchar y visualizar en archivos de YouTube al final del texto.

La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a las categorías “Campanitas vivenciales” y “Modernidades indeseadas”.


Cuando era aún adolescente y empezaba mi universidad, hicimos con mi primo Willie y nuestro amigo Danylo un par de largos viajes por tierra de Bogotá a Quito. Mabel, la hermana de nuestro amigo y vecina especial de todos, se había mudado allí con su familia y nos aventuramos a viajar en autobús para ir a visitarla durante las vacaciones navideñas.

Los viajes fueron arduos y largos y ambos siguieron la misma ruta. Primero, de Bogotá a Cali, bajando y subiendo, bajando y subiendo, y bajando las tres cordilleras que conforman Los Andes en mi patria. Seguidamente y sin descanso, desde el mismo terminal de transportes de la Sultana del Valle—como se conoce a Cali—hacia el sur de la nación, yendo por carreteras peligrosas para ir a dormir a Ipiales. Y desde allí, en el Departamento de Nariño, hacia la capital de nuestros hermanos del Ecuador, por la ya muy buena Carretera Panamericana.

Hoy por hoy me acompañan, aunque han pasado más de dos nadas de acuerdo a la nomenclatura de Gardel, algunos recuerdos entrañables: la espesa neblina que hacía subir más despacio de la cuenta el tenebroso Alto de la Línea, cima frecuentada por los valientes ciclistas colombianos, y el intenso frío que allí hacía; el exquisito dulzor de unas piñas que se colaron por la ventana del autobús, cuando bajábamos a la calurosa vertiente del río Cauca; la inesperada delicia de unos huevos con cebolla y tomate en el terminal de transportes en Cali; el inquietante daño de los frenos de alguno de los autobuses cuando bajábamos por carreteras llenas de curvas y precipicios; y el frío, peor que en La Línea y de los más intensos que he sentido en mi vida, cuando las gruesas cobijas en Ipiales no calentaban absolutamente nada. Todas estas vivencias las rememoro con alegría y ellas le sirven de preámbulo a una aventura peculiar e inolvidable que contaré a continuación.

El esposo de Mabel llamado Jim trabajaba como ingeniero mecánico en una de las multinacionales del petróleo. Específicamente, él era parte de un equipo que laboraba en la construcción y mantenimiento de un nuevo oleoducto al oriente del país. Así, Jim se pasaba un par de semanas durmiendo en campamentos remotos, para después volver a casa y estar con su esposa y sus pequeños hijos Fred y Joe por una o dos semanas, y así alternadamente. Como tal, Jim partía hacia la selva inhóspita, hacia regiones inhabitadas cuyos ríos desembocan en el Amazonas y fue así como en una ocasión él regresó luego de cumplir con su deber, cuando ya nosotros habíamos llegado a Quito luego de 36 horas de viaje. En una de las dos oportunidades, creo que la segunda, a él se le ocurrió invitarnos a que lo acompañáramos al último de los campamentos de su empresa, a unas ocho horas de distancia, para que viéramos en qué condiciones trabajaba y para que nos devolviéramos al otro día en helicóptero, desde el cual nos mostrarían desde lo alto el famoso volcán Cotopaxi y otros sitios de interés.

Partimos felices con nuestro guía con apellido palíndromo—Hannah pero sin el Barbera—los cuatro en la cabina de una camioneta amplia y bien ataviada para las condiciones de la región. Al paso de los kilómetros fuimos bajando en altitud y la vegetación cambió paulatinamente hasta tornarse en jungla. Luego de pasar por el primer campamento en un sitio llamado Papallacta—ese nombre se me quedó grabado—la carretera perdió su asfalto y empezaron a aparecer avisos que repetían con toda severidad: ¡no siga adelante, no va a encontrar nada!. Así era, solamente se vislumbraban árboles grandes de lado y lado y nada más, no había dónde abastecerse de gasolina, ni dónde comprar víveres, ni nada. En medio de esa carretera destapada y de dos carriles, de ida y venida, solo se veían algunas casitas con techos de latón que aparecían de la nada, pero en ellas no se observaba movimiento alguno.

De pronto y cuando atardecía, apareció por la carretera una serpiente de unos dos metros de largo que haciendo eses cruzaba la vía. Al verla, nuestro anfitrión aceleró para pasarle por encima y lo logró. Cuando instintivamente volteamos a ver, notamos estupefactos que de en medio de la culebra salió ileso un sapo, completamente vivo, quien de acuerdo a Danylo dijo: hey, tengan cuidado, ¿no se dan cuenta que casi me matan?. Esto fue algo increíble y ese batracio fue capaz de croar, sabe Dios, cuánto más, acaso acompañado por los cinco compañeros mostrados debajo …

… Como lo pueden notar, la correría empezó muy bien y llegamos a nuestro destino en la quinta estación campamento (cuyo nombre no recuerdo), en donde dormimos para prepararnos a volar al otro día. Cuando despertamos, nos encontramos con una nota de Jim diciendo que había habido una emergencia y que había tenido que irse a trabajar casi sin dormir y que por el inesperado inconveniente ya no regresaríamos encaramados en el artefacto que se parece a una libélula. Nos dejó algún dinero, suficiente para el retorno, y dejó encargado a un trabajador de la empresa para que nos llevara de regreso. Recuerdo que nos dio tristeza saber que no veríamos volcanes y lagos, pero entendimos que no se podía.

Partimos en otra camioneta, más pequeña que la que acabó con la culebra, y así yo fui el acompañante del conductor y mis dos compañeros viajaron precariamente, en cuclillas, en el platón detrás. Mientras transitábamos los caminos sin pavimentar, a veces aparecían de la nada indígenas con animales y víveres y nuestro conductor los hacía subir atrás mientras les cobraba por el viaje. Al llegar a la siguiente estación campamento (cuyo nombre tampoco recuerdo), nos dijo que descansáramos un poco y así hicimos. De pronto, vimos extrañados cómo la camioneta blanca se alejaba con su cargamento a bordo, pero sin nosotros y sin despedirse. Nos dejó ese hombre en tierra de nadie y sin poder hacer nada, pues las personas que habían trabajado toda la noche en la emergencia ahora estaban durmiendo. Después de pocos minutos, nos echaron del campamento y nos dijeron que fuéramos a un puentecito cercano sobre un pequeño río para que esperáramos allí un autobús que nos llevaría a la capital.

Caminamos unos diez o quince minutos hasta la estructura metálica y nos sentimos seguros en su tramo. De lado y lado de la carretera había una vegetación bella y frondosa circundada por los sonidos misteriosos y azarosamente repetidos de la jungla. Después de un tiempo, sentimos calor y decidimos bañarnos en el río. Nos refrescamos y gracias a Dios todo salió bien, pues después supimos que por allí había pirañas.

Cuando era el momento, a eso de las cuatro de la tarde vino el autobús, alzamos los brazos para indicar nuestra presencia y el vehículo siguió de largo. ¿Y ahora? Nos quedamos allí pues vendría otro autobús más tarde y cuando vino, ese tampoco paró. En medio de la desazón, y cuando no sabíamos si podríamos volver al campamento, apareció una volqueta grande—en verdad sólo la cabina de dicho gran camión—la cual pertenecía a la empresa que construía las carreteras. Dijeron que nos llevarían hacia su campamento de donde partiría un autobús al otro día temprano. Empezamos nuestra travesía, yo en la cabina y mis compañeros parados de los estribos de lado y lado y agarrados de los grandes espejos retrovisores, y de pronto, cuando ya oscurecía, ¡zas!, nos varamos en medio de la nada. ¡Vaya suerte la nuestra! Pero nuestros rescatistas llamaron a otros personajes de la misma empresa quienes finalmente nos salvaron a todos.

El campamento estaba situado en una planicie sin vegetación en donde dormían diversas volquetas, camiones y camionetas, y enfrente, al otro lado de la vía, había dos casas pequeñitas, una en la que vivía una familia y la otra en la que había una mesa de billar que terminamos rentando. Allí, sin electricidad y ayudados por una lámpara de gas que debíamos bombear con frecuencia, jugamos un rato y comimos como cena unas galletas fofas e insípidas con Coca-Cola. A eso de las diez de la noche se acabó el juego pues la familia se iba a dormir y terminamos a la intemperie, ya con frío y sin la disposición de disfrutar la plenitud de la Vía Láctea arriba.

Fue entonces cuando sentimos miedo, ya consciente, por primera vez. ¿Qué pasa si el siguiente autobús no nos lleva? ¿Qué pasa si viene algún animal en medio de la noche? ¿Qué pasa si nos quedamos sin dinero? Recuerdo meditar, cual orgulloso universitario que se creía inteligente, que mis conocimientos de ingeniería y de matemáticas no servían absolutamente para nada, pues estábamos a merced de lo que pudiera suceder sin tener control alguno, y sin podernos comunicar. El desasosiego de los tres amigos era real y ante ruidos desconocidos decidimos que no podíamos descansar todos a la vez en las bancas de madera que bordeaban una mesa allí en medio del frío.

Cuando yo hacía guardia y mis compañeros de infortunio intentaban dormir, se asomó a la distancia la luz de un autobús. Corrí hacia él gritando a todo pulmón moviendo mis brazos, y éste sí paró. Nos montamos emocionados y agradecidos, felices al sabernos rescatados. A mí, el menor de los tres, me tocó la única silla disponible, en la última fila a la derecha y localizada en el segundo puesto después de la ventanilla, y ellos tuvieron que viajar parados o recostados en sacos de papas u otros víveres y rodeados de gallinas, cerditos y otros animales que los habitantes de la región llevaban a la ciudad.

Como en verdad hacía bastante frío, aunque no tanto como en Ipiales, las ventanas del autobús estaban todas cerradas y los olores variados se mezclaban de formas poco agradables. La persona a mi izquierda, el de la ventanilla, estaba borracho y dormía. En la medida que avanzábamos, los huecos de la carretera hacían que este sujeto cayera sobre mí, regalándome a su vez un tufo ácido que aún recuerdo. Yo lo apartaba hacia su sitio con mi mano izquierda y movía mi cabeza hacia arriba de modo que pudiera respirar mejor, y cuando pasábamos por un hoyo suficientemente hondo, el autobús brincaba y yo me golpeaba la frente con el techo, tanto que pocos días después tuve allí una pequeña herida.

¡Vaya historia esta, vaya pesadilla! Llegamos a tiempo para la Navidad que en verdad no celebramos, y es que entonces yo aún no entendía, ni tampoco mis compañeros y anfitriones, que Jesús era quien había sido enviado a nosotros para rescatarnos y salvarnos, que la perseverancia era una virtud primordial en esta vida, y que, en particular, el sapo del relato era yo, hoy por hoy rescatado una y otra vez …

… Y después de esta crónica llena de tanto lío—aunque al final no tanto pues sobrevivimos—esta campanita, la 66 de mi cosecha inesperada, concluye con tres canciones que narran otros líos esenciales, cuestiones serias, de vida y muerte, relacionadas con el mensaje unitivo y excepcional de Jesucristo.

Siguiendo el llamado del actual Pontífice de armar líopero al revés, la primera canción, Locura postmoderna, describe apartes de cómo la Iglesia Católica, la que Jesús fundó por medio del apóstol Pedro, fue dividida en particular por Martín Lutero y cómo Ella ha sido paulatinamente alejada de su esencia, aún en nuestros días, por medio del llamado ecumenismo. Ésta es la idea moderna que declara la salvación de todo viajero, sin la cruz y sin cordero, contradiciendo así las palabras mismas de Jesús cuando dijo Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí (Jn 14:6).

Sabiendo por sus propias palabras que las puertas del Hades no prevalecerán contra Su Iglesia (Mt 16:18), cual corroborado también por su Madre María en los llamados repetidos a la conversión en sus apariciones, la misma canción, al final, también exhorta a la comunión plena con Ella, la Iglesia, evitando toda contradicción, sin mentiras ni desvíos, como lo es, por ejemplo, comulgar y a la vez apoyar la muerte de niños en el vientre materno, oh lío verdaderamente mayor, uno de los más gordos, que no quedará impune …

… La segunda tonada debajo se llama El falseaoy se trata sobre aquel que engaña y miente, la serpiente que desea comernos a los sapos y llevarnos al mismo Hades del párrafo anterior, al infierno mismo en donde residirá para siempre (Ap 20:10). La canción, alegre en su concepción, presenta una advertencia a la manifestación final del maligno que intenta cogernos con tenazas de pecado—como en el patrón anterior dentro de la campana con 6 de ellas y completando por la cuantía actual de campanitas, 66, un numerito repetido y feo citado en la tonada. Al final, la composición enfatiza la bondad de persistir en Jesús, el antídoto fundamental y victorioso requerido por todos.

Finalmente, la tercera canción, La patraña que engaña, repite elementos en las dos canciones anteriores y lo hace invitando también al amor de Jesús, sin mentiras que se definen como apostasías de la verdadera fe, y evitando toda zarabanda o embrollo basado en contradicciones doctrinales, como el que Jesús no haya hecho sus milagros, el que Dios nos perdone misericordiosamente sin arrepentirnos, el que no exista el infierno, y el que la salvación de las almas no requiera del sacrificio de Cristo—el mismo ecumenismo antes citado.

¡Que nuestros líos estén sanados en la sangre de Jesús cuando nos toque rendir cuentas!

LOCURA POSTMODERNA

¡Ay Dios, desvíos y mentiras!

¡Ay que lío, mi hermana!

Los días modernos son
ay una cosa profana,
renegando, ay, de Dios
algunos hacen jarana.

Sucede que al buen don
ay lo desechan cual liana,
y al Espíritu de Dios,
lo tergiversan con gana,
y al Espíritu de Dios,
lo desfiguran mi hermana.

Hoy sale ay de corazón
esta canción ay Mariana,
para no olvidar a Dios
evitando glosa insana.

Aquí va con emoción
esta lección, tierra llana,
no se engaña nunca a Dios
ay tú lo sabes Él gana,
no se engaña nunca a Dios
todo conoce mi hermana.

Hace 500 años…

Desvíos, mentiras
ay vino falso rebate,
mentiras, desvíos
con grosería, gran disparate.

Desvíos, mentiras
ay vino falso rebate,
mentiras, desvíos
ay todavía, su desbarate.

Mi modo sí, iglesia no
iglesia no, mi modo sí.

La tradición es mal dogma,
y lo que vale es mi horma.

Mi modo sí, iglesia no
iglesia no, mi modo sí.

Como el pecar es la norma,
predestinada es la honra.

Mi modo sí, iglesia no
iglesia no, mi modo sí.

Hoy ya la hostia no informa,
y esa María me estorba.

Mi modo sí, iglesia no
iglesia no, mi modo sí.

Hoy por hoy…

Desvíos, mentiras
de la logia hay otro embate,
mentiras, desvíos
ecumenismo mortal regate.

Desvíos, mentiras
de la logia hay otro embate,
mentiras, desvíos
postmodernismo loco e remate.

Tu dios sí y Cristo no
Cristo no y tu dios sí.

Ay todo “dios” es sendero,
todos hijos, compañero.

Tu dios sí y Cristo no
Cristo no y tu dios sí.

Se salva todo viajero,
ay sin la cruz ni cordero.

Tu dios sí y Cristo no
Cristo no y tu dios sí.

No falta ya misionero,
misericordia es el fuero.

Tu dios sí y Cristo no
Cristo no y tu dios sí.

Entonces…

Sin desvíos, ni mentiras
sólo uno pagó el rescate,
sin mentiras, ni desvíos
el diablo oye pierde el combate.

Sin desvíos, ni mentiras
sólo uno pagó el rescate,
sin mentiras, ni desvíos
a la serpiente ay jaque mate.

Dios Trino sí, católico
católico, Dios Trino sí.

Se salva humilde viajero,
ay por la cruz del cordero.

Dios Trino sí, católico
católico, Dios Trino sí.

Se viene un día de altura,
regresa el Santo sin duda.

Dios Trino sí, católico
católico, Dios Trino sí.

Ay llega el día de María,
ay perderá apostasía.

Dios Trino sí, católico
católico, Dios Trino sí.

Otra vez…

Sin desvíos, ni mentiras
el Justo mira pagó el rescate,
sin mentiras, ni desvíos
el diablo oye pierde el combate.

Sin desvíos, ni mentiras
por ti Jesús ay pagó el rescate,
sin mentiras, ni desvíos
a la serpiente ay jaque mate.

A la serpiente ay jaque mate…

(noviembre 2016/enero 2021)

La canción a capela se puede escuchar aquí…

Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente

EL FALSEAO

¡Ay lo veo, te digo!

Inspirado por «Cuidadito Compay Gallo» de Ñico Saquito

Shanti Setú avisando…

Oye, si ves, di que no
oye, si ves, di que no,
te engaña el falseao, amigo.

Esto lo advierte un Mariano
en un mundo alborotao
en que lo malo se anida.

Ay viene él con vana atarraya
con su carisma porfiao
y en un momento de paz, oh no.

Y cuando vele su voz
querrá lo bueno cambiar.

Así pues, oye mi amigo
así pues, ay te lo digo,
no te dejes engañar
que no es el original.

No recibas su marca
ay cuidaito,
no recibas del falseao
su numerito. (2)

Si ves al falseao aquel
radiante con toda gloria,
si ves al falseao aquel
radiante con toda gloria,
ay recuerda esta historia
y no le creas a él.

No recibas su marca
ay cuidaito,
no recibas del falseao
su numerito. (2)

Para comprender el bien
y evitar infierno cierto,
para comprender el bien
y evitar infierno cierto,
es vital hallar al siervo
que vence al falseao aquel.

No recibas su marca
ay cuidaito,
no recibas del falseao
su numerito. (2)

Cuando sea realidad
blasfemia de mucha monta,
cuando sea realidad
blasfemia de mucha monta,
sigue presto a la victoria
al falseao lo sopla Él.

No recibas su marca
ay cuidaito,
no recibas del falseao
su numerito. (2)

(febrero 2001/febrero 2016)

La canción a capela se puede escuchar aquí…

Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente

LA PATRAÑA QUE ENGAÑA

¡Ay que lío, mi amigo!

Inspirado por «Pura miel» de La Calle

Triste, triste, es triste…

En el núcleo de mi casa
han sembrado zarabanda,
en el centro de mi casa
ha crecido necia mancha.

Una patraña que cala mucho
falsa doctrina produce hiel,
una mentira que hiere hondo
pues lo que dice no debe ser.

Oye,
volvió un lío nuevo
aunque es muy viejo.

Un lío
que hay que sacar
como la brizna del ojo, oye.

Ya no somos pecadores
la misericordia asiste,
y es que el infierno, tú ves,
ya no es eterno retén.

Y digo más…

Ya no falta sacrificio
toda ruta evita juicio,
y hoy el cielo, tú ves,
ya no es católico edén.

Todo vale sí
la mentira aquí:
hunde, hunde, hunde.

Nada cuesta aquí
la patraña sí:
funde, funde, funde.

Ya no somos pecadores
la misericordia asiste,
y es que el infierno, tú ves,
ya no es eterno retén.

Ay digo yo…

Ya no falta sacrificio
toda ruta evita juicio,
y hoy el cielo, tú ves,
ya no es católico edén.

Todo vale sí
la mentira aquí:
hunde, hunde, hunde.

Nada cuesta aquí
la patraña sí:
funde, funde, funde.

Ya no somos pecadores
la misericordia asiste,
y es que el infierno, tú ves,
ya no es eterno retén.

Compréndelo…

Ya no falta sacrificio
toda ruta evita juicio,
y hoy el cielo, tú ves,
ya no es católico edén.

Y entonces

Ay di no a la patraña
ay huye que te engaña.

Que zarabanda es lo que da,
y el que la hace ay la pagará.

Ay di no a la patraña
ay huye que te engaña.

Un bebecito hoy murió,
lo desecharon sin tener valor.

Ay di no a la patraña
ay huye que te engaña.

Dicen que no multiplicó,
como si fuera como tú y yo.

Ay di no a la patraña
ay huye que te engaña.

La apostasía es muy sutil,
es vanidad pero con un misil.

Bueno,
yo quiero seguir invitando
a los amigos de Shanti Setú
a evitar toda zarabanda…

Ay evita zarabanda
rehuye que no anda.

Toda rodilla se hincará,
y tu lengua lo confesará.

Ay evita zarabanda
rehuye que no anda.

Oye la paz está en Él,
y no se firma en ningún papel.

Ay evita zarabanda
rehuye que no anda.

Ay la patraña es maldición
pierdes lo bueno sin pedir perdón.

¡Ay evita la patraña!

(julio 2017/enero 2021)

La canción a capela se puede escuchar aquí…

Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente

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