Resumen. Esta campanita muestra cómo las letras alfa y omega se encuentran en un diagrama importante de la física relacionado con el “big bang” y repasa otras señales ya discutidas en campanitas previas, tanto de la ciencia como de los tiempos que vivimos, las cuales, en su totalidad, nos invitan a la conversión, para así estar debidamente preparados para el retorno de Jesucristo. El relato se puede escuchar aquí, incluyendo la canción “El lucero pleno” que resume la temática del escrito: (en proceso)
La canción también se puede escuchar y visualizar en un video en YouTube al final del texto.
La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a la categoría “Recuerdos escatológicos”.
Acaso no sea por azar que esta semana hayan salido a la luz por primera vez imágenes de un agujero negro. Lo digo así pues aquí surge a la vez esta campanita planeada para el fin de la Cuaresma, la cual, como lo verán, también se trata sobre cuestiones fascinantes en el cielo y otras señales oscuras y graves acá en la tierra.
En el año 2002 tuve la alegría de participar en una conferencia sobre Ciencia y Religión que se llevó a cabo en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, UPAEP, en la muy bella Puebla de Los Ángeles en México. Recuerdo dicho evento con particular agrado por la camaradería reinante, muy superior a la de mis conferencias científicas, y por la especial gastronomía que incluyó el delicioso Mole Poblano y una sopa de tres quesos que me cautivó.
Durante la estancia tuvimos una excursión al famoso Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica en Tonanzintla, y allí, en la altura, continuaron las pláticas científicas en un gran auditorio en forma de domo que evocaba un planetario gigante. Ese día fue inusual pues nos despertó un fuerte temblor en la madrugada que impidió un buen descanso y el viaje en autobús no fue propicio para suplir la carencia de sueño. Así, de mi parte llegué cansado a la jornada, y, para no molestar a nadie en caso que me quedara dormido, decidí hacerme en la penúltima fila del gran salón.
Aún recuerdo apartes de la amena plática impartida por el físico Alejandro González acerca de lo que se sabía hasta entonces sobre el “big bang”, la cual fue tan interesante que no tuve cómo dormirme. En medio de la conferencia, él mostró un célebre diagrama que le da soporte a la famosa teoría introducida por el Padre Georges Lemaitre en 1927, un dibujo recién obtenido a partir de mediciones del satélite COBE—casi como el famoso jugador de baloncesto Kobe Bryant pero en realidad significando COsmic Background Explorer—el cual muestra que el trasfondo de la radiación cósmica (una vez se sustrae nuestra vía láctea) no es un ente uniforme sino que más bien contiene aglomeraciones de energía, unas un poquitín más calientes dibujadas en rojo y otras un poco más frías y densas mostradas en azul, de donde se cree surgieron las galaxias, incluida la nuestra:
Yo ya sabía algo acerca del colorido diagrama que mira hacia el pasado remoto, uno que, al revelar el remanente del “evento inicial”, había sido denominado místicamente por el físico Hugh Ross como “las huellas digitales de Dios”. Yo sabía sólo un poco y las explicaciones se tornaron aún más emocionantes cuando, de pronto, el conferencista levantó un brazo cuyo reflejo pasó por el lado derecho de la figura, permitiéndome ver súbitamente una letra omega mayúscula, Ω.
Observándolo todo desde atrás y en un telón que medía por lo menos 8 metros de longitud, allí estaba lo que no había percibido antes, pero dudé un instante pues no había notado la letra en los libros. Una vez desapareció mi duda y la última letra del alfabeto griego persistió, instintivamente me volteé hacia la última fila en la que estaba sentado mi buen amigo el Padre Rafael Pascual—quien acaso por dicha localización también pensó que podía quedarse dormido—y le pregunté, “¿ves una omega allí?” Él me preguntó, “¿dónde?” y yo le dije “en el primer cuadrante, ¿la ves?” y me dijo que sí. Casi al mismo tiempo, otro reflejo del brazo expresivo del ponente pasó por la misma zona y mi diálogo continuó diciéndole al Padre con emoción, “y allí mismo, un poco más a la derecha, está una letra alfa al revés, ¿la ves?” y él, una vez la vio, agregó “sí pero es una coincidencia” a lo que yo le contesté, “pero, ¿la ves?”.
En la noche y con la debida calma, me reuní con el físico Alejandro, y con otras personas en su habitación del hotel, y en su computadora vimos, unos más rápido que otros, lo que tampoco habían percibido, que el famoso diagrama de la física que refrenda el estallido original contenía las letras alfa y Omega, α y Ω, es decir las mismas que definen a Nuestro Señor Jesucristo, tal y como está descrito en el libro del Apocalipsis, “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin” (Ap 22:13). Y es que dichas letras azules y por ende densas para propiciar galaxias—las ven bien, ¿cierto?—surgen con una orientación correcta si en vez de leer el diagrama desde la tierra al pasado, esto se hace desde la explosión inicial hacia la tierra y el futuro, observando el diagrama como desde la parte de atrás del telón. ¡Vaya belleza inesperada, pero coherente, el ver a Jesucristo allí, en la fuerza creadora de la naturaleza!
En el año 2006 los líderes del proyecto COBE, John Mather y George Smoot, recibieron el premio Nobel de Física por sus descubrimientos. Así, el que las dos letras famosas se vean allí, es decir en el diagrama más famoso de dicha misión, representa por lo menos una sincronía curiosa entre la física y la Palabra, una coincidencia a todas luces “bonita” que engendra en mí, y seguramente en otros—incluido el Padre Rafael—, una sonrisa plácida ante la maravilla de Dios.
Y es que aunque la caligrafía en el diagrama no sea perfecta y, por ejemplo, la parte inferior de la letra Omega luzca como los zapatos de la pata Daisy, la novia del pato Donald, ¡vaya imaginación!, los niños podemos observar, por nosotros mismos, una señal poderosa en el cielo, una presencia sutil y real de Jesús en uno de sus signos más significativos (Mt 24:30), así sea solamente un presagio silencioso y no luzca tan espectacular como la totalidad de las señales apocalípticas prescritas antes de Su venida (Mt 24:29—30, Is 13:10,13).
Claro debe estar para algunos de mis lectores—si es que no lo estaba desde antes—que la casualidad es aún un poco mayor, pues las letras α y Ω corresponden además a los números 1 y 800 de una llamada gratis, lo cual liga el diagrama de la física con eventos cotidianos.
Y repasando otras señales ya explicadas recientemente, acaso no es una simple casualidad el advenimiento en la ciencia, y también en la física, de la higuera caótica que apunta a que debemos estar preparados para el retorno del Mesías (Mt 24:32—35), tal y como lo expresó cronológicamente Él mismo en Su discurso escatológico durante la Semana Santa que comienza:
como tampoco creo que sea una sincronía baladí el que en la piedra ovalada hallada debajo de la barbilla del crucificado en el Manto de Turín y en concordancia con la noción que “las piedras hablarían” (Lc 19:40) se encuentren, con la debida caligrafía, las tres letras J X y Y:
corroborando que Jesús, por razones eminentemente lógicas y geométricas, esté simbolizado por la hipotenusa y la recta uno-a-uno con ecuación X = Y, denotando su silueta crucificada en la cruz, tal y como celebramos con no poco dolor en la semana que ya empieza.
En verdad no creo que estas señales constituyan casualidades triviales que puedan ser descartadas fácilmente. Y creo que esto es así, pues todas ellas, en grupo, además de invitarnos a la reflexión, nos terminan llamando a la conversión tanto en la Cuaresma como en cualquier otro periodo del año. Estas concordancias las entiendo como señas o pistas enviadas de lo alto, como ayudas sensibles hacia la fe, que, aunque sean silenciosas, son en verdad poderosas, así haya algunos simbolizados por dos triángulos que, al no reconocer al Mesías, aún no las vean con claridad …
… La Palabra de Dios nos dice que en los tiempos del fin sucederán otras coincidencias dolorosas, otras señales para tener en cuenta, como por ejemplo la predicción que en ese tiempo el amor de muchos se enfriará (Mt 24:12). Y hoy por hoy, pensando en la oscuridad inherente en nuestro planeta desviado, cual agujerito negro, creo que una manifestación notoria de dicha señal puede palparse en las horrendas estadísticas del aborto—entérese aquí—, un problema global y aparentemente silencioso que en pocos años excede la mortandad de todas las guerras mundiales y locales juntas y que sin duda se contrapone al pedido famoso de Jesús, “dejad que los niños vengan a mí” (Mt 19:14) y al quinto mandamiento de la Ley de Dios de no matar.
Así, surgen varias preguntas que despiertan mi interés en esta temporada de introspección y penitencia, como si estuviera sentado aún en la parte de atrás de un gran auditorio y evitando cómo dormirme: ¿Cuándo parará este gran holocausto carente de sonido pues a dichos niños no les es posible llorar? ¿Cuándo entenderán las madres que sus hijos no son “células nada más”, como una canción acerca de sombras irreales? ¿Cuándo comprenderán ellas, y ellos también, que la libertad no está en poder dedicarse a “experimentar” las pasiones para después destruir, sino más bien en entregarse a construir con amor? ¿Hasta cuándo seguirá este mal terrible? ¿Cuándo parará semejante inmolación diabólica, fomentada hasta por líderes que se dicen católicos?
Y siguiendo con nuestros tiempos modernos, llenos de amores tibios y plagados siempre de egoísmo, ¿Cómo es posible que 26 magnates del mundo tengan tanto como 3.8 billones de personas? ¿Cómo es posible que existan tales inequidades? Claro, sabemos que “no solo de pan vive el hombre” como nos lo recordó Nuestro Señor Jesús al ser tentado por el diablo después de ayunar 40 días para definir la Cuaresma (Mt 4:4), pero ¿Cuándo parará esta cascada descomunal? ¿Hasta cuándo llegará esta sordera del silencio? ¿Quién la resolverá?
Sabiendo también que están predichas otras coincidencias recias y particularmente dolorosas para quienes no estén preparados (Mt 25:1—13), yo de mi parte le apuesto todo lo que tengo a lo que veo: a la venida del Señor, al retorno de Jesús, el Mesías. Y es que tal y como se describió en una campanita reciente, más allá de escándalos generalizados silenciados por el encubrimiento de pecados mortales, se vislumbra, a la vez, un abandono de las creencias fundamentales para dar paso, aún en donde no debería estar, a una apostasía prescrita—¡oh palabreja horrenda!—mencionada tanto en la Biblia (Mt 24:10—12) como en las apariciones de la Virgen María, especialmente en sus palabras conmovedoras en Fátima y La Salette.
¡Cuán triste es ver exaltado al hombre y no a Dios en estos días! ¡Cuánto desorden prescrito aparece en el mundo ante la búsqueda de poder sin la compañía del Salvador! ¡Cuánto debe sufrir Dios ante tanta desobediencia! ¡Cuán lamentable es el desprecio inherente que se le hace a Jesús, Nuestro Señor, como si Su sacrificio en la cruz, digno de toda reverencia y debida genuflexión, no fuera ya requerido en estos tiempos del “todo vale”! En verdad vivimos en tiempos de amores fríos y egoístas, tiempos previos a Su venida. Yo no sé si lo vean así o no, pero las señales apuntan a Su regreso. ¡Así lo veo, así lo creo, por eso escribo y por eso canto, aunque esto último no lo haga muy bien!
Animando pues de una forma coherente a la conversión, y en particular advirtiendo de los peligros que conlleva desechar las señales cual meras casualidades, esta campanita concluye con una canción alegre y vital que proclama el evento más maravilloso por suceder: el retorno de Jesús, el lucero pleno, pues Él es la luz del mundo (Jn 8:12). Cuando esto ocurra, acaso pronto, se cumplirá la coincidencia más grande de todas y todo cambiará. Allí ya no importará si alguien creyó o no porque todos, independientemente de sus credos, lo verán (Mc 13:26). Oh maravilla la que se avecina y qué gran matrimonio el que vendrá para los fieles (Ap 19:6—9).
Ya dispuesto a adentrarme en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo después que Él entrara a Jerusalén sentado en un burrito, aquí reitero la fe de los que esperamos, ¡Marana tha! (1 Co 16:22), ¡Ven Señor Jesús! (Ap 22:20).
EL LUCERO PLENO
Inspirada por El Conjunto Clásico…
¡Señales o sólo coincidencias!
Shanti Setú…
El verso llamaba a fondo
entretejiendo lo pleno,
el verso llamaba a fondo
entretejiendo lo pleno,
y con fuerza silenciosa
enamoraba de lleno,
y con fuerza silenciosa
enamoraba de lleno.
Coincidencias
ay del cielo,
el mundo dice socorro
la coherencia cojea,
el mundo dice socorro
la coherencia cojea.
Era un canto feliz
que dotaba la esperanza,
soñando llegar al fin
a regalar toda gracia,
soñando llegar al fin
a regalar toda gracia.
Ay el cielo se viene
con su voz,
ay ya mira
llega el lucero. (2)
Y unos bien entrarán
y otros darán un grito,
el drama termina así
definiendo el infinito,
el drama termina así
definiendo el infinito.
Ay el cielo se viene
con su voz,
ay ya mira
llega el lucero. (2)
Y unos se casarán
y otros quedarán fritos,
no salvarán las pesetas
sólo un corazón contrito,
no salvarán las pesetas
sólo un corazón contrito.
Ay el cielo se viene
con su voz,
ay ya mira
llega el lucero. (2)
Puente de paz…
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Los signos lo anuncian
ya viene el lucero.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Brotes en la higuera
letras en el cielo.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Sanea tu amor
que llega lo pleno.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Acepta la voz
amando de lleno.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Es puerta real
es verso sereno.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
La verdad es fiel
no cambia el lucero.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Ay bájate ya
no tengas más miedo.
Ay no te quedes atrás
con lucero a ganar. (2)
Shanti Setú…
Ay no te quedes atrás
con lucero a ganar. (2)
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Llena el corazón
de todo lo bueno
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Hay fiesta eterna
no te la pierdas.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Busca en tu interior
allí está el lucero.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
En manto ay está
su símbolo añejo.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Lo advierte el Señor,
corrige y se bueno.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
Se viene, ya llega,
el lucero pleno.
Sana tu dolor
viene ya el lucero.
El lucero,
el lucero, el lucero…
(agosto 2003/febrero 2019)
La canción a capela se puede escuchar aquí…
Canción registrada ASCAP copyright © 2022 by Carlos E. Puente