A translation of the entry into English is here.
Resumen. Esta campanita recapitula el insospechado mensaje de conversión que puede dilucidarse a partir de la ciencia moderna del caos, tal y como está explicado ya en las campanitas Hablemos de caos, La realidad del infierno, La higuera improbable, y La primera campanita, el cual también apunta a que estemos debidamente preparados para la segunda venida de Jesucristo. La canción “Yo creo que las higueras” resume poéticamente las nociones y se puede escuchar aquí:
La canción también se puede visualizar animada en YouTube al final de su texto.
La conferencia ¡Aprended una lección urgente de una higuera caótica!, en español, y tal y como la compartí en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma en 2013, resume la temática de esta campanita y también de las siguientes: aquí, aquí, aquí y aquí. El video de YouTube de tal plática se puede acceder aquí y también al final del texto.
La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a las categorías “Jesús el equilibrio, la hipotenusa y X = Y”, “El cielo”, “El infierno”, “El caos y su higuera”, “Llamados a la conversión”, “Recuerdos escatológicos” y “Natanael”.
Como es bien sabido, pocos días antes de morir, Jesús entró en Jerusalén montado en un pollino y por el camino le tendían ramas de árboles (palmas) para honrarle mientras que lo vitoreaban diciendo “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. Esto sucedió el Domingo de Ramos, en el comienzo de la Semana Santa, cuando Él también fue al Templo a sanearlo diciendo que debía ser una “casa de oración” y no una “cueva de bandidos”. Lo que quizás no es tan conocido es lo que sucedió en los días subsiguientes y anteriores a su Pasión.
Las Escrituras, en los Evangelios de San Mateo y San Marcos (las citas se encuentran en la campanita La higuera improbable), nos cuentan que Él fue a dormir tal noche a Betania (la “casa de higos” en arameo) y que, al amanecer del día siguiente o sea el lunes, caminó con sus discípulos de vuelta a la ciudad. El relato se torna intrigante pues nos cuenta que Él, al sentir hambre — acaso la misma que experimentó anteriormente luego de cuarenta días de ayuno en el desierto — y al acercarse a una higuera junto al camino y al verla sin fruto, la maldijo secándola, lo cual parece ser un acto ilógico en Jesús dada su patente misericordia.
El pobre arbolito no estaba en estación, nos dice San Marcos, pero, aun así, Él lo marchita hasta la raíz, y nos agrega San Mateo, de una forma misteriosa, que los discípulos podemos hacer lo mismo, o sea podemos maldecir y secar higueras, lo cual es claramente llamativo y extraño. Aunque las dos versiones de los hechos no son idénticas, ni en su cronología ni en sus maldiciones — en San Mateo el milagro es instantáneo luego que Él dijera “Que nunca más brote fruto de ti”, y en San Marcos “Que nunca jamás coma nadie fruto de ti” y los discípulos corroboran el efecto de dichas palabras un día después cuando regresan por el mismo camino — en ambos casos los discípulos terminan maravillados ante el poder del Señor, quien lo concluye todo con una lección de fe, de la fe que no duda, en aquella famosa cita que nos recuerda que la fe mueve montañas.
Dos días después de la poderosa maldición de la higuera, el miércoles y de acuerdo a la cronología presentada en el bello libro “El Evangelio de Jesucristo” de Leonardo Castellani, la higuera volvió a aparecer en las palabras del Señor. Como lo expresan los Evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas (las citas nuevamente se hallan en la campanita La Higuera improbable), una vez los discípulos comprendieron que Jesús habría de sufrir grandemente, ellos le preguntaron acerca de las señales que debían ocurrir como preámbulo de la destrucción del Templo y de su posterior regreso, es decir su segunda venida, la Parusía. En su famoso Discurso Escatológico en el Monte de los Olivos, Jesús responde hablando de los signos que han de acaecer antes de su gloriosa venida — engaños, guerras y rumores de guerras, pestes, hambrunas y terremotos, falsos profetas, amores enfriados, una gran tribulación, señales angustiosas en el sol, la luna y en las estrellas, apostasía, es decir, y para resumir, un CAOS continuo y extenso previo a su retorno, cuando enviará a sus ángeles a reunir a sus elegidos — y Él lo complementa todo, haciendo una pausa algo abrupta, con una parábola o lección a partir de la higuera.
En San Mateo y San Marcos Él dice que se aprenda una parábola de la higuera, argumentando que cuando sus ramas — rama en singular en versiones originales en griego — estén tiernas y broten las hojas, el verano está cerca, como un símil de que así, cuando los signos sean visibles — incluida la higuera, creo yo — también Él estaría por llegar, a las puertas. En San Lucas la parábola es un poco diferente pues en ella se nombra no solo a la higuera sino también a todos los árboles, diciendo Él que cuando echen brotes, al verlos, nosotros podemos dilucidar que el verano del Reino de Dios está cerca.
A pesar de las diferencias nombradas, que pueden parecer solo sutiles, dichas citas concluyen unánimemente con Jesús afirmando categóricamente que cuando “esto” ocurra “no pasará esta generación hasta que todo suceda”, lo cual es refrendado por Él por medio de su famosa expresión “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Al final, San Mateo y San Marcos recuerdan que la fecha de aquel día es desconocida y que, por lo tanto, debemos estar atentos, y el mensaje del discurso de Jesús concluye exhortándonos a que hagamos el bien, de modo que evitemos en nuestras vidas el caos descrito en las señales y también el caos del castigo eterno, el fuego eterno de la horrorosa gehena …

… Uno de los descubrimientos más celebres de la ciencia en el siglo XX es la llamada Teoría del Caos. Reproduciendo aquí lo que se encuentra en las campanitas Hablemos de caos y La realidad del infierno, la ecuación empleada para introducir las nociones es el llamado mapa logístico:
![]()
en donde X es el tamaño de una población (normalizada entre 0 y 1), digamos de “conejos”, k y k+1 son generaciones sucesivas, y α es un parámetro cuyo valor está definido entre 0 y 4.
La fórmula describe lo que ocurre de una generación k a la siguiente k+1 y define una parábola simétrica cuyo pico sucede cuando y es
:

La gráfica mostrada, para un valor de α igual a 2.8, exhibe la evolución de los conejos empezando el proceso con un tamaño inicial pequeño . Como puede comprenderse leyendo la parábola sucesivamente — es decir, siguiendo las líneas verticales-horizontales mostradas hasta la línea recta X = Y a 45 grados — la población crece primero a un valor
luego continúa creciendo hasta
y después termina convergiendo al valor
mostrado, que, como se ve, es la intersección no-nula de la parábola con la línea recta.
Sucede que el destino final de una población, , depende de una manera dramática del valor del parámetro α, o sea del pico de la parábola, dando lugar a una figura conocida como el diagrama de Feigenbaum, el cual define una infinidad de comportamientos:

Cuando α está entre 0 y 1, la parábola logística se mantiene debajo del umbral X = Y — cuya longitud, en virtud al teorema de Pitágoras, es la raíz de dos — y la población converge a cero, al origen:

definiendo así la zona recta del diagrama de Feigenbaum.
Cuando α está entre 1 y 3, la parábola excede el umbral X = Y y la población se consolida en la intersección no-nula de la parábola y la línea recta X = Y, como en la primera figura mostrada anteriormente, dando lugar a un aumento curvo en el diagrama de Feigenbaum hasta el punto con coordenadas (3, 2/3).
De una manera inesperada, cuando α excede 3 y hasta un valor , la población de conejos no se estabiliza sino que oscila en crecientes potencias de dos, algo claramente asombroso que da lugar a una cadena de bifurcaciones, que corresponde al cruce sucesivo de un número infinito de umbrales.
Cuando α sobrepasa , cual observado en exquisito detalle aquí:

aparecen en el diagrama de Feigenbaum comportamientos repetitivos o periódicos que, de una manera admirable, corresponden a cualquier número natural que no es una potencia de dos, los cuales surgen en las notorias franjas blancas verticales mostradas, en las que aparecen copias reducidas del objeto ad infinitum — pero solo arriba de su zona recta — que lucen como los brotes de un árbol, como la protuberancia más notoria en el centro en la franja más ancha y correspondiente a repeticiones cada 3 generaciones:
Además de poblaciones oscilantes, en la cola del diagrama de Feigenbaum aparecen aún más comúnmente, los llamados atrayentes extraños compuestos por un número infinito de puntitos localizados en muchísimas líneas verticales del diagrama, los cuales, como se observa, definen localizaciones dispersas que tienen la estructura vacía del polvo. Estos objetos definen “poblaciones de conejos” cuyos tamaños sucesivos ni se estabilizan ni oscilan de manera alguna, sino que suceden sin repetición para siempre, definiendo así lo que se conoce en la ciencia moderna como el caos.
En este caos, como en la expansión no-repetitiva de un número irracional, la dinámica viaja de sitio en sitio en sitio sin descanso y con la peculiaridad de que una diferencia diminuta en el sitio en el que empieza el proceso, , da lugar a una divergencia en las poblaciones siguientes que impide predecir con exactitud lo que ha de suceder en el futuro. Este hecho se conoce como el “efecto mariposa”, el cual describe metafóricamente que el movimiento sutil de las alas del animalito puede eventualmente llegar a afectar el clima, en virtud al crecimiento divergente de tal actividad. Los atrayentes extraños, aunque son los más comunes en la cola del diagrama, son en efecto “extraños” y, por su estructura no-repetitiva y por ende de su carencia de convergencia a un solo valor, ninguno de ellos puede contener el cero que define la parte recta del diagrama.
El que una ecuación sencilla, como la parábola logística, diera lugar a tal plétora de comportamientos — repetitivos y no repetitivos y solo variando el pico de la parábola — se posó en la ciencia como un resultado asombroso e insólito, pues el advenimiento del diagrama de Feigenbaum fue plenamente insospechado, ya que solo vino a aparecer en la historia en virtud a los progresos de la computación moderna.
Sucede que tales hallazgos son relevantes tanto en las matemáticas como en la filosofía, pues ellos implican que no necesariamente se requiere del concepto del azar para definir y comprender comportamientos complejos, tal y como ocurre en los atrayentes extraños del diagrama. En efecto, este resultado dio lugar a un nuevo paradigma para estudiar la complejidad natural, uno que también tiene implicaciones físicas pues el aumento del parámetro α, el pico de la parábola, corresponde a comportamientos universales relacionados con el calentamiento de fluidos y a diversos sistemas que exhiben bifurcaciones sucesivas.
De una manera notable, existe un orden explícito en la forma en que aparecen las bifurcaciones, de izquierda a derecha en el diagrama, tanto en la duración de las mismas como en el tamaño de sus aperturas, y como tales resultan ser universales y aplican a cualquier ecuación que contiene un pico (sin importar en dónde éste ocurre), existe un orden profundo en el camino hacia el desorden, desde lo recto — con α de 0 a 1 — hasta los atrayentes infinitos y polvorientos. Tal aseveración, fue descubierta por Mitchell Feigenbaum y en su honor al diagrama rotado — 90 grados en contra de las manecillas del reloj — se le conoce como el árbol de Feigenbaum:

Sucede, ya para terminar este resumen, que el árbol mostrado resulta ser un “espino”, pues al considerar los valores de alfa en donde terminan las infinitas franjas blancas, es decir los infinitos “brotes”, ahora sí brotes del árbol, como por ejemplo en , aparecen allí poblaciones cuyos tamaños definen histogramas que contienen colecciones de espinas desiguales:

Y ocurre, asimismo de una manera impensada, que no toda secuencia en el caos más grande, o sea cuando α = 4, genera poblaciones que dan lugar a comportamientos no repetitivos, sino que también existen valores sucesivos de la población, exquisitamente cercanos a los valores del atrayente caótico, que, sin embargo, terminan ya sea oscilando para siempre, concentrándose en estados periódicos estables para cualquier período o, notoriamente, arribando al cero, al origen, evitando así las funestas consecuencias del calor más grande:

Como se puede apreciar, la Teoría del Caos, más que una teoría pues es plenamente verificable, provee, además de una nueva forma de pensar, una colección de diagramas novedosos llenos de símbolos interesantes y de ideas de gran alcance …

… Después de mi conversión 35 años atrás y de mi lectura enamorada de la Palabra de Dios por primera vez, las citas misteriosas relacionadas con la higuera se posaron en mí. Yo aprendí con especial interés cómo la higuera y la vid se relacionaban con el pueblo de Israel, cómo el buen rey Ezequías de Judá había sido sanado por el profeta Isaías mediante un emplasto de higos, y cómo de tales lecturas se desprendía una posible interpretación de la maldición de la higuera, pues la limpieza de Jesús del Templo en Jerusalén ocurrió con justo y santo enojo.
Yo había aprendido también que la higuera aparecía por primera vez en la Biblia en el relato de la caída de Adán y Eva en el paraíso, cuando comieron del árbol prohibido, dando lugar a que cubrieran su desnudez con hojas de la higuera, y definiendo entonces su muerte, y también la nuestra. Yo sabía todo eso, pero lo que sirvió de detonante en el entender que intento resumir una vez más aquí fue el que mi primer colaborador graduado Mark Bierkens me enseñara, hace ya unos 30 años, que feigenbaum quería decir higuera, a lo que respondí exclamando ¡Oh my God!
Intentando sintetizar lo que está en la campanita “La higuera improbable” y también en mi libro “La Higuera & La Campana”, a continuación me empeño en explicar lo que observo de la ciencia a la fe, y sus profundas implicaciones.
Lo primero es notar que, si nos centramos en el terreno de lo espiritual, es decir del Espíritu Santo, viajar hacia el 0, el cero, es particularmente provechoso, pues tal dinámica corresponde a volvernos humildes y mansos, a abandonarnos, a perder nuestra vida por Él, como nos lo pide el Señor, para que lleguemos a ser santos — tal y como está geométricamente simbolizado por el halo deseado:
![]()
Relacionado con esto se debe observar que para que nuestra dinámica llegue a tal límite puro, libre de pecado, se requiere que la parábola del caso, es decir, nuestra propia parábola definida por nuestro propio “calor” α, esté situada debajo del primer umbral X = Y. ¿Qué representa dicha línea uno-a-uno? Yo digo que dicha línea recta se puede comprender geométricamente como Jesucristo, por la cruz equiparada con su silueta, ¡oh geometría inmersa e inmensa!, pues ella, la línea más sencilla, es también la línea justa (lo que entra es lo que sale) y claramente la puerta angosta, la puerta, a partir de la cual podemos lograr el cero santo.
Esto es así, pues el traspasar tal línea causa que ascendamos hacia el follaje del árbol, alejados de la escuela del amor en la raíz recta y perdiendo, vanamente y sin Su llave, toda la tranquilidad — claramente nuestra mejor apuesta de fe — permaneciendo apartados de la esencia, ya sea quedándonos quietos en la rebelde rama tierna, o acaso oscilando para siempre, o tal vez vagando sin fin en un atrayente extraño. La línea X = Y, con simbólica longitud igual a raíz de dos (Él y tú, o Él y yo), es también la integración del equilibrio o la hipotenusa de la rectitud, como se explica en la campanita Jesús, la hipotenusa.
En este último sentido, los atrayentes extraños, al ir de sitio en sitio en sitio pero perdiendo llegar al cero para siempre, corresponden a un estado que nos recuerda el infierno, una condición dolorosa y real de calor excesivo que en su vagar infinito, sujeto al efecto mariposa, nunca llega al festejo original y virtuoso en el origen. Esto es así además pues las hojas del árbol no solo no pudieron cubrir la desnudez y pecado de nuestros primeros padres sino tampoco los nuestros, pues tales hojas están compuestas de polvo, lo cual fue sellado por Dios consistentemente por medio del famoso edicto a Adán: “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Cuando la parábola sucede al calor mayor, o sea cuando α = 4, el rango del estado más caótico es el más grande y abarca de 0 a 1, pero sin incluir, en particular, los extremos, ni al cero ni al uno. El atrayente extraño allí es el estado que ocurre con mayor probabilidad — de hecho técnicamente “casi siempre”, con probabilidad uno —pero, como se mostró en la figura previa al rosetón anterior, existen caminos, finamente entrelazados con el atrayente, que terminan arribando al cero, y así evitando los efectos funestos del gran calor, y esto de una manera que evoca el concepto del purgatorio, es decir, un dolor finito de purificación que es superlativamente mejor que aquel irredimible e infinito, el cual pasa arbitrariamente cerca del cero deseado, observando la dinámica bondadosa muchísimas veces a distancias arbitrariamente diminutas, pero sin lograr nunca entrar al origen.
¡Oh pesadilla, reproche y condena en el estado infernal que desprecia la luz!, el cual, aunque viaja a muchísimos lugares cual un gran derroche iniciado por el aleteo de una mariposa, siempre lo hace atrapado en un polvo cruel que, por el gran calor que traspasa todos los umbrales del árbol de Feigenbaum, genera miedosas centellas, ¡ay tu pellejo!
Como se observa empezando por , las espinas en el árbol de Feigenbaum solo suceden arriba en su follaje y éstas bien denotan las espinas de pecado con las que Jesucristo, el garante, fue injustamente castigado con una severa corona que, sin embargo, no nos impide apreciar, por su dinámica perfecta, siempre conectada con el Origen (sí, con O mayúscula), su halo radiante de santidad. Esas mismas espinas expresan un castigo severo a Adán y a nosotros, cual expresado en el edicto que la tierra le producirá espinos y abrojos y porque ellas explican muy bien lo que dicen las Escrituras, que no podemos recoger higos de espinos, tal y como sucede con el árbol moderno que no tiene fruto alguno sino ramas torcidas y hojas mal habidas, las cuales, al carecer de cohesión alguna, tienen la estructura dispersa del polvo mortal. ¡Qué feo es el espinal en el árbol!, pues el traspasar y traspasar umbrales define una falsedad patente e indeseada que causa pena y tristeza.
Es mi entender, desde aquel súbito “¡Oh Dios mío!”, que la higuera moderna es la misma que Jesús maldijo. Esto lo creo así, pues colocarnos arriba de la raya, arriba del umbral, arriba del Justo, arriba del Santo, arriba de la puerta, es algo que ha estado maldecido desde siempre, desde el Libro del Deuteronomio, en donde se explica que la desobediencia recibe maldiciones y muerte, mientras que la obediencia bendiciones y vida. Coherentemente, esto da lugar a que nuestra mejor acción sea la conversión, el volvernos hacia la raíz del árbol, hacia Dios, esto es, bajándonos de nuestra propia higuera, de lo impuro, tal y como lo hizo Zaqueo, incluida su penitente corrección, cuando Jesús lo llamo por su nombre, mientras el pequeñito estaba encaramado en un sicomoro-higuera para poder ver pasar al Mesías.
La clave está en la raíz, dice San Juan Bautista, pues el hacha está a la raíz de los árboles. Así, la tal raíz unida y recta, denotando a la Iglesia, es la que permanecerá. Allí en la raíz obediente, ligada bellamente con Jesucristo por medio del concepto de la raíz de dos, se encuentra, prodigiosamente, el discípulo Natanael, quien — al haber sido un hombre intachable — fue visto por Jesús bajo la higuera, y solo por eso él creyó en Él.
Allí debajo, en la raíz, están todos los Santos, todos los ceros plenamente entregados al Dios Trino, los coequiperos, los que no se dejan engañar y atraer por el demonio a lo extraño del mal, al pecado, quienes se quedan en lo recto, colocados debajo de la mismísima rama tierna que brota al cruzar el primer umbral X = Y, protegidos allí por la preciosa sangre de Cristo.
Pues nosotros, como discípulos, podemos “maldecir y secar higueras” de la misma manera que Jesús, cuando se zarandeaba la barca en la que iban, increpó al viento, esto es, al príncipe del poder del aire, al mismo diablo, quien desparrama sembrando su caótico desorden. Como claramente se observa en nuestros tiempos modernos del todo vale, y así el acusador nos mienta repetidamente al oído, en verdad existen muchas trayectorias que exhiben un desapego notorio de la verdad, y, así, siempre es brillante arribar a la raíz del árbol, pues es allí donde pasamos Su juicio y evitamos no ser condenados.
¿Es esta la higuera que anuncia el fin de los tiempos?:

Yo de mi parte me preparo. Observen aquí su rama tierna — como en la cita en griego — y sus brotes de hojas polvorientas, los cuales podemos ver por nosotros mismos. Y noten también el mismo comportamiento desordenado y caótico — a la Feigenbaum — en otros árboles que echan brotes y que surgen a partir de otras fórmulas que dan lugar a gráficas con un pico:

para citar así las palabras explícitas del Evangelio según San Lucas.
Claro, no sabemos cuándo ha de ser el tiempo de la visitación, pero no hay duda que se nos han dado ya diversas señales, cual este inesperado pregón insistente de las higueras a partir de la ciencia moderna, el cual reitera de una manera rotunda, digo yo con alegría y humildad, la preeminencia de la cruz y la victoria del más sobre el menos, de lo positivo sobre lo negativo.
Cuán maravilloso es adentrarse en los signos coherentes en dos raíces rectas — la de la higuera y la de la longitud de X = Y en un experimento de fe — y soñar la coyunda final en las exquisitas bodas del Cordero, cuando nos desposemos con Él, el α y el Ω, Jesús, cuyo nombre está sobre todo nombre, Iησουσ, con letras que suman 888 (tres infinitos) en el griego de la singular rama tierna del árbol, aquel quien cargó — por AMOR — el dolor infinito de todo nuestro pecado, dando su vida por nosotros y abriendo así la puerta que avala el cielo …

… Esta campanita concluye con una canción “Yo creo que las higueras” que intenta expresar poéticamente lo que está incluido aquí. La estructura de la canción fue inspirada por una significativa composición del artista cubano Silvio Rodríguez, a quien le dediqué la primera canción que llegó a mí en 1997 llamada “El cedro y la higuera”, tal y como aparece en La primera campanita.
La tonada que empleé como plantilla es la llamada “Yo digo que las estrellas”, en la cual mi trovador afirma coherentemente con este escrito, “y digo que el que se presta para peón del veneno, es doble tonto y no quiero ser bailarín de su fiesta”. La bellísima música de mi canción es creación inspirada de Lázaro Alemán López, fiel director musical de Shanti Setú/Puente de Paz, el canto diáfano es de Leonel Mederos Bravo, acompañado por Jean Carlos Monpié en el piano, con la edición, mezcla y máster de Tony Carreras Figueredo.
Le pido a Dios que la tonada aquí, esencialmente surgida hace ya 30 años en medio de conocimientos en dos campos del saber que muchos consideran disímiles e irreconciliables, le sea útil a algunos, de modo que puedan apreciar, en estos tiempos decididamente complejos y caóticos, la grandeza de Dios.
A su vez, imploro a nuestra Madre, la Virgen María, raíz de lo divino, que acepte para su Santo Rosario los siguientes misterios de la higuera: 1. Adán y Eva se cubren con hojas de la higuera al saberse desnudos por su pecado, 2. el rey Ezequías de Judá es sanado por el profeta Isaías empleando un emplasto de higos, 3. Natanael acepta decididamente a Jesús una vez Él le dijo que lo vio bajo la higuera, 4. Jesús maldice una higuera sin fruto y la seca hasta la raíz, y 5. Jesús enuncia la parábola de la higuera como preámbulo de su retorno y muestra de su potestad.
Bendito sea el Señor que ha de venir, acaso pronto. Que no olvidemos nunca que nada es imposible para Dios, incluido el hacernos santos en la raíz de la higuera:
![]()
YO CREO QUE LAS HIGUERAS
¡Para los coequiperos!
Yo creo que las higueras
hoy reflejan el reproche,
su dinámica es derroche
por huir ay de la escuela.
Y pienso, se ve en ellas,
en el caos el vano ascenso,
pues es extraño y extenso
su polvo cruel en centellas.
Yo creo que no se llega
sino por puerta que avale,
y el necio ay sin su llave
vano pierde toda apuesta.
Y pienso que es cosa seria
el infierno, ¡ay tu pellejo!,
no es tontería diminuta
mariposa sin festejo.
Yo creo que es brillante
ya bajarse de lo impuro,
mejor se viaja seguro
mira te abraza el garante.
Hay quien dice ve pa’lante
todo vale, no hay condena,
recuerdo ay de la ciencia
falso espinal que da pena.
Yo creo que la moderna
es la misma maldecida,
que ella dota advertencia
con sus hojas mal habidas.
Y veo en su rama tierna
y sin fruto, el desapego,
a las puertas se vislumbra
fiel verano y justo fuego.
Yo creo ay en Su juicio
yo creo en Él, ay la recta,
creo en Su cruz y silueta
Su geometría, ay inmensa.
Y veo en raíz de higuera,
ya sin mal, santa coyunda,
la realidad es rotunda:
solo en Su más vas al cielo.
Yo creo que no se llega
sino por puerta que avale,
y el necio ay sin su llave
vano pierde toda apuesta.
Y pienso que es cosa seria
el infierno, ¡ay tu pellejo!,
no es tontería diminuta
mariposa sin festejo.
Yo creo que las higueras…
(noviembre 2022/marzo 2024)
![]()
La canción se puede escuchar aquí…
Canción registrada ASCAP 924137896 copyright © 2024 por Carlos E. Puente
El video de mi conferencia ¡Aprended una lección urgente de una higuera caótica!, en español, la cual resume la temática de esta campanita y también de la siguientes: aquí, aquí, aquí y aquí, se puede escuchar aquí…