¡Cuán lejos de santo!

Resumen. Esta campanita presenta algunas reflexiones sobre lo que sucede en estos días de octubre de 2023, primordialmente en la guerra en Medio Oriente y también en el llamado Sínodo de la Sinodalidad que se lleva a cabo en Roma. La poesía que cierra el texto y llamada “Lo veo venir” contiene en una de sus líneas el severo e idóneo título del escrito. Dicha pieza, a la postre optimista, se puede escuchar leída aquí:

La Presentación del blog provee información acerca del propósito de estas campanitas y la Organización del mismo muestra cómo las entradas se agrupan por categorías. Esta entrada pertenece a la categoría “Campanitas vivenciales”.


Vivimos en tiempos pavorosos de rumores inminentes de guerra, algo tan angustioso y casi tan horrendo como la guerra misma. Luego de un ataque despiadado en contra de Israel, la nación de la vid y de la higuera, ésta se adentra, de una manera tristemente natural, a continuar con el ciclo histórico de la venganza, calcando sin dudar el “zumbido” reiterado que hace un feroz huracán. Se reincide, de bando-en-bando, siempre de bando-en-bando, en el-toma-que-tú-me-diste, en eltoma-que-tú-empezaste, en eltoma-pa-que-te-duela, en eltoma-que-yo-te-odio, en el-toma-y-toma-y-toma-más, aquella reacción tan humana que consiste en olvidar el equilibrio y no perdonar para así acoger el espiral egoísta del seis, aquel siempre negativo, destructivo y turbulento, y aquel siempre alejado del nueve embebido en la rectitud amorosa y santa de la unidad,

la cual está también simbolizada por el emblema de una hipotenusa que permite encontrar el Origen:

Claramente, a la luz de los símbolos podemos notar, en medio del toma-y-dame generalizado de estos días, que, como lo afirman jocosamente los famosos Les Luthiers en su El teorema de Thales, la hipotenusa nadie la usa, tal y como me lo recordó hace un tiempo un buen amigo con nombre de rey mago—¡hola Melchor!. Pues como se explica en este blog algo extraño, pero acaso no tanto dado que sí hay personas de las dos facciones del conflicto que lo entienden, la solución misma del meollo, en el Medio Oriente y en todas partes, es Jesucristo, el equilibrio y también la hipotenusa, con ecuación geométrica X = Y, como lo pueden estudiar, si lo desean.

Pasan los días desde que empezó la última andanada de rabia prototípica y rápidamente se divide el mundo juzgando y tomando partido, justificando toscamente lo ocurrido de un-lado-o-del-otro, como si morir acribillados en un concierto, o acuchillados en un parque, o destripados en un hospital de una ciudad ya en ruinas y sin saber quién disparó, fuera algo peor-o-mejor, como si ser un rehén bajo dichas circunstancias no se equiparara casi a la muerte misma, como si en todos esos eventos caóticos no se notara al diablo mismo empujando hacia el infierno—sí, aquel que es eterno y real—como si de toda esta larga historia humana, por dichas latitudes y por la humanidad entera, no surgiera, con total vehemencia, que el arrepentimiento y el amor sangrado de Nuestro Salvador no fuera la única respuesta contra los puntapiés repugnantes del maligno

… Y siguiendo con lo que no debería ser, resulta que estos días se tornan aún más infaustos por lo que se está llevando a cabo, no cerca de Jerusalén, la Ciudad Santa, sino en Roma, la Ciudad Eterna, en donde el afán forzado de modernidad para hacerlo todo inclusivo a todos, provee otras razones para un lógico desasosiego de quien intenta llegar a santito. Pues, aunque se nos diga melosamente como preámbulo del tal Sínodo de la Sinodalidad—¡vaya nombrecito!—que en Dios y en Su Iglesia cabemos “todos-todos-todos, sin diferenciar el trigo de la cizaña, y sin llamarnos a TODOS a la primera acción a la que Él nos instó al iniciar Su ministerio, es decir,

Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado (Mt 4:17),

toda esa reunión representa, por decirlo suavemente, un desorden indeseado que, en efecto, no debería ser, aunque ya hayan sucedido otras cosas raras.

Es expresamente obvio, pienso yo, que dado el generalizado reino del pecado en el mundo, así dicha palabra se excuse y ya casi carezca de valor, que los llamados al arrepentimiento de Juan Bautista y los demás profetas se mantienen en estos días y con una urgencia indispensable y vital. Pues no solo es cierto que Jesús, quien nos juzgará a todos, es el mismo ayer, hoy y siempre, sino que también el Espíritu de Dios nunca cambia su mensaje, así nos permita conocer mejor las cosas a su tiempo (Jn 14:26), y, claro está, el Dios Trino, en su totalidad, ni evoluciona ni cambia, pues es absolutamente perfecto.

La noción de los “todos-todos-todos” es en verdad algo que es ajeno a la Palabra de Dios, a menos que esté validado por la conversión. Pues, por ejemplo, como lo explica San Pablo,

Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios(Ga 5:19—21).

Esta realidad nos exhorta a trabajar por la salvación de las almas y a prestar atención a señales divinas, en vez de centrarnos en el clima cambiante y en otras cuestiones terrenas. ¿Cómo creernos tan valiosos simplemente como somos y nada más, olvidando así el llamado vigoroso a ser santitos, el cual representa una extraordinaria guerra esencial que estamos llamados a librar y ganar? ¿Cuál es el mérito de vivir sin rumbo, es decir, pensando que todo está bien y que, por lo tanto, todo vale?

Así, aquí desde estas muy modestas campanitas de fe, deseo concluir las dos tercera partes (2/3 = 0.666…) de las tres secciones de este escrito entonando una plegaria por TODOS, una que repite un buen sueño de amor, y adornada por una bella novena azul para animar a nuestra guerra interna:

Señor, Dios Trino, tú que tienes una probada compasión, por favor mantenla, permite que tu pueblo escogido y visto en una rama tierna se arrepienta plenamente y te reconozca, y que lo mismo también suceda con el resto de la humanidad, para que así ya llegue a reinar tu verdadera paz en nosotros …

… Intentado compartir un poquito más, y ahora en este tercer tercio del escrito más optimista, deseo participarles, con la debida perspectiva de un pequeñín casi insignificante, que mi clase Caos, Complejidad & Cristiandad, la cual impartí un número récord de 44 veces en la Universidad de California, Davis, es ahora parte del Programa de Maestría en Ciencia y Fe del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma. Como seguro lo imaginarán algunos amigos con regocijo, tener mi clase viva allá es un gran honor para mí, lo cual me ha impelido a intentar hacerla en otras instituciones, tanto en español como en inglés. Hoy por hoy puedo decirles que cuento con buenas posibilidades tanto en Colombia como en Chile y también por estas latitudes de los Estados Unidos, lo cual confío me mantendrá ocupado en los años por venir. Eso sí, les aseguro, aunque sé que para algunos no será sorpresivo, que no es común para mí el tocar a la puerta y que ésta se abra, pues el material del amor a partir de la ciencia es ciertamente “extraño” y así es el silencio quien más comúnmente me acompaña. Siendo esto así, sin embargo, en el mismo espíritu de la plegaria por TODOS, a Él me encomiendo sabiendo quién es quien manda, para que sea Su voluntad en mí, para que ojalá pueda contribuir un poco, si a bien a Él le parece.

Ya para finalizar, he aquí “Lo veo venir”, una poesía sentida y tan querida que acaso llegue algún día a sonar como canción. Aunque fue escrita hace más de 21 años, la línea que le dio el título a la campanita, “¡Cuán lejos de santo!”, me ha acompañado con insistencia en los últimos meses para recordar las ambivalencias de mis intentos y vivencias, y de allí surgió naturalmente que la empleara para hablar un poco acerca de nuestra carencia colectiva de santidad. Como lo notarán, sin embargo, la poesía va más allá de dicha frase severa que representa una reconocida realidad confesa en mí, y más bien se centra en el advenimiento mismo del amor de Jesús, la única solución a los problemas no cambiantes que TODOS enfrentamos.

¡Que en efecto venga ya su hora, la de Cristo!, la del mejor sueño

LO VEO VENIR

En verdad, lo veo…

Muchas veces lo he visto…

A veces parece
que viene el encanto,
y al final se escapa
y es sólo adelanto.

A veces el sueño
surge de lo alto,
y un símbolo bueno
se marcha sin mando.

A veces parece
que llega fiel manto,
y presto se aleja
dejándome intacto.

A veces el sueño
trina sin quebranto,
y un verso sincero
se aleja sin pacto.

A veces parece
que abre la flor,
y pasa el instante
y sigue el verdor.

A veces el sueño
se nutre de ardor,
y fluye un todavía
sangrando mi amor.

A veces parece
que ya voy armando,
y empleo otra pieza
que no es de lo alto.

A veces el sueño
se empina llegando,
y vivo y comprendo:
¡cuán lejos de santo!

Sin embargo…

La vida regala
su sueño febril,
se acerca su tiempo
lo veo venir.

La campana escribe
su canto sutil,
se acerca lo bello
lo veo venir.

La vida regala
su sueño febril,
se acerca su tiempo
lo veo venir.

La luz engalana
su aurora gentil,
se acerca lo bello
lo veo venir.

La vida regala
su sueño febril,
se acerca su tiempo
lo veo venir.

La higuera esboza
lo recto hasta el fin,
se acerca lo bello
lo veo venir.

La vida regala
su sueño febril,
se acerca su tiempo
lo veo venir.

Clarito en silencio
lo puedo sentir,
ya llega su hora
lo veo venir.

(marzo/agosto 2002)

La poesía se puede escuchar leída aquí:

 

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